Texto completo de la declaración de los Padres sinodales
«Reunidos en torno al Santo Padre Francisco, Sucesor de
Pedro, nosotros los Padres Sinodales, junto con los Delegados Fraternos, los
Auditores y Auditoras participantes en la XIV Asamblea General del Sínodo de
los Obispos dirigimos nuestros pensamientos a todas las familias de Oriente
Medio.
Desde hace años, a causa de los sangrientos conflictos en
curso, son víctimas de atrocidades indecibles. Sus condiciones de vida han
empeorado en los últimos meses y semanas. El uso de armas de destrucción
masiva, los asesinatos indiscriminados, las decapitaciones, los secuestros de
seres humanos, la trata de mujeres, el enrolamiento de niños soldados, la
persecución por motivos de religión y de origen étnico, la devastación de los
lugares de culto, la destrucción del patrimonio cultural y un sinnúmero de
otras atrocidades han obligado a miles de familias a abandonar sus hogares y a
buscar refugio en otro lugar, a menudo en condiciones extremadamente precarias.
Actualmente se les impide regresar y ejercer su derecho a vivir con dignidad y
seguridad en su propio territorio, contribuyendo a la reconstrucción y el
bienestar material y espiritual de sus respectivos países.
En este contexto dramático se violan continuamente los
principios fundamentales de la dignidad humana y de la convivencia pacífica y
armónica entre las personas y los pueblos, los derechos más elementales, como
el derecho a la vida y a la libertad religiosa y el derecho humanitario
internacional.
Queremos, por lo tanto, expresar nuestra cercanía a los
patriarcas, obispos, sacerdotes, a los consagrados y fieles, así como a todos
los habitantes de Oriente Medio, manifestar nuestra solidaridad y garantizar
nuestra oración. Pensamos en todas las personas secuestradas y pedimos su
liberación. Nuestras voces se unen al grito de tantos inocentes: ¡No más
violencia, no más terrorismo, no más destrucción, no más persecución! ¡Cesen
inmediatamente las hostilidades y el tráfico de armas!.
La paz en Oriente Medio no se busca con opciones impuestas
por la fuerza, sino con decisiones políticas que respeten las particularidades
culturales y religiosas de cada nación y de las diversas realidades que las
componen.
Estamos agradecidos, de una manera particular, a Jordania,
Líbano, Turquía y a los numerosos países europeos que dan acogida a los
refugiados. Lanzamos nuevo llamamiento a la Comunidad Internacional para que,
dejando de lado los intereses particulares, recurra en la búsqueda de
soluciones a los instrumentos de la diplomacia, del diálogo, del derecho
internacional.
Recordamos las palabras de Francisco a "todas las
personas y comunidades que se reconocen en Abraham: Respetémonos y amémonos los
unos a los otros como hermanos y hermanas -dijo-. Aprendamos a comprender el
dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia.
Trabajemos juntos por la justicia y por la paz.
Creemos que la paz es posible y es posible detener la
violencia que en Siria, en Irak, en Jerusalén y en toda Tierra Santa, sacude
cada día a más familias y a civiles inocentes y agrava la crisis humanitaria.
La reconciliación es el fruto de la fraternidad, la justicia, el respeto y el
perdón.
Nuestro único deseo, como el de las personas de buena
voluntad que forman parte de la gran familia humana, es que se pueda vivir en
paz. Que judíos, cristianos y musulmanes redescubran uno de los deseos divinos,
el de la unidad y la armonía de la familia humana. Que judíos, cristianos y
musulmanes descubran en el otro creyente a un hermano que se ha de respetar y
amar, en primer lugar para dar en sus tierras el hermoso testimonio de la
serenidad y la convivencia entre los hijos de Abraham.
Nuestros pensamientos y oraciones se extienden, con la misma
preocupación, solicitud y amor, a todas las familias afectadas por situaciones
parecidas en otras partes del mundo, especialmente en África y en Ucrania. Las
hemos tenido muy presentes durante los trabajos de esta Asamblea sinodal, al
igual que a las familias de Oriente Medio, y también para ellas pedimos con
fuerza el regreso a una vida digna y tranquila.
Encomendamos a la Sagrada Familia de Jesús, María y José,
experta en sufrimiento, nuestras intenciones, para que el mundo se vuelva
pronto una familia de hermanos y hermanas».
(RM - RV)
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