Mientras
en el Aula del Sínodo los obispos, religiosos y laicos, siguen trabajando sobre
el tema de la vocación y misión de la familia, Francisco explicó que el hecho
mismo de traer a la vida un niño contiene una promesa de amor. “Esta promesa de
acogida, cuidado, cercanía y atención concreta, se puede resumir en una
palabra: Amor. Una promesa de amor que, en definitiva, aprendimos de nuestros
padres antes incluso de ser conscientes y que, con una actitud inerme y
confiada, todo niño espera que le sea correspondida íntegramente. Si esto no
sucede, se les hiere profundamente. Por eso, Jesús en el Evangelio nos alerta
de que Dios y sus ángeles velan sobre esta responsabilidad”.
El
Obispo de Roma se refirió a la belleza de estar con los demás, aprendiendo a
ser libre y a aceptar a los demás. “El niño recibe de su familia, con su nombre
y con las primeras palabras y sonrisas, la belleza de estar con los demás,
aprendiendo a ser libre y aceptar a los otros. En el bautismo, la Iglesia a
través de los padres y la comunidad se une a estas promesas. Desde el momento
que el niño es capaz de sentirse amado por sí mismo, siente que hay un Dios que
lo ama. Su espontanea confianza en Dios no debe ser nunca vulnerada, sobre todo
con nuestra presunción de sustituir al Señor”.
Francisco
concluyó invitando: “Que la Virgen María y san José, que tuvieron bajo su
custodia al Hijo de Dios, nos enseñen a recibir a Jesús en cada niño”.@jesuitaguillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario