(RV).- “Los verdaderos defensores de la doctrina no son los
que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre; no las
fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón”, lo dijo el Papa
Francisco en su discurso al concluir los trabajos de la XIV Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La vocación y la misión de la
familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”.
En su mensaje conclusivo, el Santo Padre recordó la perenne
presencia de Dios Misericordioso durante los trabajos de estos años de Sínodo.
“Quisiera ante todo agradecer al Señor, dijo el Papa, que ha guiado nuestro
camino sinodal en estos años con el Espíritu Santo, que nunca deja a la Iglesia
sin su apoyo… Mientras seguía los trabajos del Sínodo, agregó el Pontífice, me
he preguntado: ¿Qué significará para la Iglesia concluir este Sínodo
dedicado a la familia?”
Respondiendo de modo negativo a esta pregunta, el Obispo de
Roma señaló que “ciertamente no significa haber concluido con todos los temas
inherentes a la familia… Seguramente no significa que se hayan encontrado
soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan
a la familia”. Al mismo tiempo, el Sucesor de Pedro afirmó que este camino
sinodal “significa haber instado a todos a comprender la importancia de la
institución de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado
sobre la unidad y la indisolubilidad, y apreciarla como la base fundamental de
la sociedad y de la vida humana. Significa haber escuchado y hecho escuchar las
voces de las familias y de los pastores de la Iglesia, dijo el Papa, significa
haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia
una fuente viva de eterna novedad, contra quien quiere «adoctrinarlo» en
piedras muertas para lanzarlas contra los demás”.
Pero sobre todo, el Santo Padre precisó que el Sínodo es
“haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los
pecadores en busca de perdón, y no sólo de los justos y de los santos, o mejor
dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores. Es
haber intentado abrir los horizontes para superar toda hermenéutica
conspiradora o un cierre de perspectivas para defender y difundir la libertad
de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, a
veces cubierta por la herrumbre de un lenguaje arcaico o simplemente
incomprensible”.
En el curso de este Sínodo, recordó el Pontífice, las
distintas opiniones que se han expresado libremente; hemos visto, también dijo,
a través de la riqueza de nuestra diversidad, que el desafío que tenemos ante
nosotros es siempre el mismo: anunciar el Evangelio al hombre de hoy,
defendiendo a la familia de todos los ataques ideológicos e individualistas. Y,
sin caer nunca en el peligro del relativismo o
de demonizar a los otros, hemos tratado de abrazar plena y
valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros
cálculos humanos y que no quiere más que «todos los hombres se salven» (1
Tm 2,4), para introducir y vivir este Sínodo en el contexto del Año
Extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está llamada a vivir.
La experiencia del Sínodo también afirmó el Obispo de Roma,
nos ha hecho comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no
son los que defienden la letra sino el espíritu; no las ideas, sino el hombre;
no las fórmulas sino la gratuidad del amor de Dios y de su perdón. En este
sentido, y mediante este tiempo de gracia que la Iglesia ha vivido, hablado y
discutido sobre la familia, nos sentimos enriquecidos mutuamente; y muchos de
nosotros hemos experimentado la acción del Espíritu Santo, que es el verdadero
protagonista y artífice del Sínodo. Para todos nosotros, concluyó el Papa
Francisco, la palabra «familia» no suena lo mismo que antes, hasta el punto que
en ella encontramos la síntesis de su vocación y el significado de todo el
camino sinodal.
(Renato Martinez - Radio Vaticano)
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