(RV).-
En el miércoles de la XII semana del tiempo ordinario, día en que recordamos
también el nacimiento de Juan el Bautista, en su tradicional audiencia general
en la plaza de san Pedro y después de haber tratado en las catequesis
precedentes las condiciones de vulnerabilidad que ponen a prueba a las
familias, como la pobreza, la enfermedad y la muerte, el Santo Padre reflexionó
esta vez, sobre las heridas que se abren en el interior de la convivencia
familiar.
“Queridos
hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy reflexionamos
sobre las heridas que se producen en la misma convivencia
familiar. Se trata de palabras, acciones y omisiones que, en vez de expresar
amor, hieren los afectos más queridos, provocando profundas divisiones entre
sus miembros, sobre todo entre el marido y la mujer.
Si estas heridas no se curan a tiempo se agravan y se transforman en
resentimiento y hostilidad, que recae sobre los hijos”.
A veces marido y mujer, dijo el Sucesor de Pedro,
“afectados por estas profundas heridas”, buscan “comprensión, apoyo y el
consuelo” en otra parte, “pero a menudo estos ‘apoyos’ no piensan en el bien de
la familia”. “El vaciamiento del amor conyugal”, señaló el Papa,
difunde “resentimiento en las relaciones”, y esta desunión, muy a menudo,
“recae” sobre los hijos.
“Cuando los adultos pierden la cabeza y
cada uno piensa en sí mismo; cuando los padres se hacen daño, el alma
de los niños sufre marcándolos profundamente. En la familia todo está
entrelazado”.
De ahí que el Obispo de Roma preguntara si “no obstante la
“sensibilidad aparentemente evolucionada”, y los “refinados análisis
psicológicos” de nuestros días, no estamos como “anestesiados” respecto a
las heridas del alma de los niños. “¿Sabemos qué es una herida del alma?”
“Los esposos son 'una sola carne', de tal manera que
todas las heridas y abandonos afectan a la carne viva que son sus hijos.
Así se entienden las palabras de Jesús sobre la grave responsabilidad de
custodiar el vínculo conyugal, que da origen a la familia”.
Porque los esposos son una sola carne, y las criaturas son
carne de su carne, cuando el alma misma de la familia está herida en algún
punto “la infección contagia a todos”, profundizó el Papa en su catequesis en
italiano, y es por eso que “cuando un hombre y una mujer piensan en modo
obsesivo en las propias exigencias de libertad y gratificación”, esta
distorsión “carcome” profundamente el “corazón y la
vida de los hijos”.
“En algunos casos, la separación es inevitable,
precisamente para proteger al cónyuge más débil o a los hijos pequeños”.
Asimismo el Santo Padre se detuvo sobre los casos en
los cuales la separación resulta inevitable e incluso
moralmente necesaria. Son aquellos casos “en los que se trata de salvar
al cónyuge más débil”, o a “los hijos pequeños”, de los “daños
más graves” “causados por la prepotencia y por la violencia, por el
envilecimiento y la explotación, por la distancia y la indiferencia”.
“Pero no faltan los casos en que los esposos, por
la fe y el amor a los hijos, siguen dando testimonio de su fidelidad al
vínculo en el que han creído”.
El Papa Francisco concluyó su catequesis dirigiendo una
pregunta a todos: ¿cómo ayudar y acompañar a las familias en esta situación?
“Pidamos a la Virgen María que interceda por
nuestras familias - finalizó el Sucesor de Pedro - especialmente por
los que pasan por dificultades, para que sepan superar y sanar siempre las heridas
que causan división y amargura. Muchas gracias y que Dios los
bendiga”.
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