Mons. Mario Iceta, obispo de
Bilbao y Presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida de la
Conferencia Episcopal Española ha concedido una entrevista a la Agencia SIC
para hablar del próximo VIII Encuentro Mundial de Familias que se celebrará del
próximo 20 al 28 de septiembre en Filadelfia, de la misión de la familia y de
la importancia de la vida de fe en el seno de la familia.
Del próximo 23 al próximo 27 de septiembre se celebrará en
Filadelfia el VIII Encuentro Mundial de Familias. ¿Qué se espera de este
encuentro? ¿Qué temas son los que se tratarán?
En primer lugar, es un encuentro,
una respuesta a la invitación del Santo Padre Francisco a testimoniar la
belleza y el valor de la familia como realización de las aspiraciones más
profundas del ser humano, que está llamado a participar del amor de Dios, a
vivir su vocación profunda a amar y ser amado. Y el «lugar» por excelencia
donde se experimenta, aprende y se vive esta realidad es la familia.
Con respecto a los temas, son
aquellos relacionados con el lema, que nos habla del amor y de la vida, así
como de una misión. Se tratarán aspectos como la vocación al amor compartiendo
el gozo de la vida en Dios; la misión de testimoniar el amor de Dios en la
realidad concreta de nuestras vidas y de las familias; los aspectos
antropológicos y éticos que posibilitan realizar esta vocación; la fecundidad
del amor; la vida como don custodiado en la familia; los desafíos, retos,
dificultades, así como las esperanzas y apoyos que la familia necesita; la
familia como lugar donde nace la misericordia, la donación, el servicio a los
más necesitados…
El lema de este encuentro es «El amor es nuestra
misión. La familia plenamente viva.» ¿Cree que la familia está realmente
presente y viva en nuestra sociedad o que por el contrario esta «escondida»?
Ambas cosas no son incompatibles.
La familia está viva, aunque vive presente en medio de desafíos,
condicionamientos, muchas veces incomprensiones y dificultades. El Papa está
dedicando una serie de reflexiones sobre el matrimonio y la familia en sus
catequesis de los miércoles. En diversas ocasiones ha hecho referencia al
desafío cultural, a la concepción de un amor líquido o débil, a condicionantes
personales, sociales, ambientales, de pensamiento, ideológicos, que dificultan
la percepción de la belleza innata del matrimonio y la familia y su posibilidad
de realización como respuesta a las aspiraciones más profundas del ser humano.
Y al mismo tiempo, la familia no se encuentra entre las prioridades de las
agendas políticas, sociales, económicas o de los medios de comunicación, por lo
que se tiende a invisibilizarla.
Pero es tan esencial como el aire
que respiramos que, aunque no se ve, si careciéramos de él sería incompatible
con la propia vida, o si estuviera alterado, produciría importantes
disfunciones. La familia debería ser puesta entre las prioridades fundamentales
de las cuestiones sociales, políticas, económicas y eclesiales. A partir de
ella es posible buscar soluciones satisfactorias a tantos problemas que vive
nuestra sociedad y mundo contemporáneos.
En la carta del Papa Francisco ante este VIII Encuentro
Mundial de Familias dice que: «La misión de la familia cristiana, hoy como
ayer, es la de anunciar al mundo, con la fuerza del sacramento del Matrimonio,
el amor de Dios.» ¿Qué les diría a las familias que están en situación de
dificultad (paro, sin hogar, desestructuración, falta de recursos
económicos…etc) y que esta misión les resulta más difícil dadas sus
circunstancias?
Estas familias en dificultad
deben ser antes que todo acogidas, escuchadas, acompañadas, sostenidas. También
en estas situaciones se revela que la fuerza más importante para llevar la
situación adelante es la propia familia, la unión entre sus miembros y la
potenciación de sus recursos. Cuántas familias hoy son ayudadas por los
abuelos, hermanos u otros familiares para llegar a fin de mes, para cuidar de
los hijos, para poner amor donde las cosas se resquebrajan, para sostener en
los momentos de dificultad, de enfermedad, de soledad o angustia… Pero
precisamente estas familias que atraviesan dificultades deben ser objeto de
nuestra predilección y atención esmerada y personalizada. Debemos volcarnos en ayudarles
y acompañarles a salir de estas situaciones dolorosas y a caminar con
esperanza. Y esto incumbe a otras familias, a la Iglesia y a las diversas
fuerzas sociales e instituciones.
¿Existen en nuestra sociedad familias cristianas
«acomplejadas» que no dan el paso de cumplir esta misión de anunciar al mundo
el amor de Dios?
Como he dicho anteriormente, la
familia tiene ante sí desafíos y dificultades de diversa índole. Una dificultad
puede ser la concepción «aburguesada» de la familia, donde aparece una especie
de narcisismo egocéntrico que impide mirar hacia el exterior de la propia
familia y ponerse en camino de vivir y testimoniar el amor verdadero. Todo amor
que crece en verdad tiende a salir de sí para entregarse a los demás y, al
mismo tiempo, acoger al otro. El amor siempre desborda los propios límites,
también los de la familia. En una familia que está encerrada en sí misma hay
algo que no va, existe una disfunción que requiere orientación, purificación,
conversión. Porque esa cerrazón que impide testimoniar y anunciar es signo de
que algo ocurre en el seno de esa realidad que le imposibilita para cumplir una
misión que nace de la misma naturaleza del amor.
Usted como Presidente de la Subcomisión Episcopal de
Familia y Vida ¿cómo ve el futuro de la familia en nuestro país?
Debemos ver el futuro siempre con
esperanza. La familia es un recurso natural fundamental, una fuerza originaria
de primer orden, más allá de las dificultades y desafíos que las coyunturas de
las diferentes épocas o ideologías puedan presentar. El Papa hablaba en Manila
de prevenir la colonización ideológica de la familia, de ser lo que es, como
también repetía frecuentemente San Juan Pablo II. Y la familia, en cuanto
realidad y sociedad natural de primer orden, siempre tiene la capacidad de
renacer en cada época y en cada situación cultural. Por eso veo el futuro con
esperanza, más allá de las dificultades, teniendo siempre presente la necesidad
de apoyar, sostener y velar continuamente para que la familia viva su verdadera
vocación con libertad y en su verdad originaria, siendo capaz de testimoniarla
en todos los ámbitos.
Cuando hablamos de familia, a pesar de lo que muchos
piensan, también nos referimos a matrimonios sin hijos ¿su misión es la misma
que los matrimonios con hijos?
Los matrimonios con dificultad
para tener hijos también constituyen, evidentemente, una familia. En el seno
del matrimonio existe un deseo natural de paternidad y maternidad. Ante la
dificultad, habría que explorar los caminos posibles a recorrer. Es una cuestión
que también será abordada en el encuentro de Filadelfia. Precisamente en las
catequesis preparatorias se nos dice que toda vida tiene el propósito de ser
fértil. Toda vida tiene el poder y la necesidad de nutrir la vida nueva: si no
es a través de dar a luz y criar y educar a los niños, entonces a través de
otras formas vitales de entrega personal, de desarrollo y de servicio, como por
ejemplo la adopción, la acogida de niños que no tienen padres o el servicio a
otras personas. Precisamente la fecundidad de la propia vida tiene otras formas
de expresión y de realización que desbordan la propia paternidad y maternidad
natural.
Los abuelos se han convertido en referente para la
transmisión de la fe a los nietos ¿Por qué cree que se ha dado este salto generacional?
Muchas veces la evangelización en
el seno de la propia familia ha sido muy débil. En muchos casos se ha
difuminado la misión de la propia familia como lugar donde se engendra la fe de
los hijos. El testimonio de los padres y «la cultura religiosa familiar», el
ambiente que se respira en la familia, son elementos decisivos para la adecuada
iniciación en la fe de los hijos. Cuando este testimonio del padre y de la
madre, de los hermanos, abuelos y demás familia, o la vivencia propia de la fe
no es suficientemente vigorosa o no se tiene conciencia de su importancia, se
dan muchos casos en que los abuelos se convierten en los referentes
evangelizadores de los nietos. Por eso, la pastoral familiar es una de las
claves de arco capaz de articular la pastoral de la Iglesia. Una familia que
vive su fe lo hace a nivel de los padres –pastoral familiar- de los niños y
jóvenes –pastoral de infancia y juventud y pastoral educativa- de los abuelos
–pastoral de la tercera edad-, del servicio a los pobres, enfermos y
necesitados –dimensión de justicia y caridad-, su testimonio y misión, y la
celebra en la fe de la Iglesia doméstica, que es la familia y en el referente
eclesial que es la propia parroquia.
En la última entrevista concedida a este medio, le
preguntamos sobre la guía de educación afectivo sexual. ¿Tienen fecha de
publicación?
Las unidades de educación
afectivo sexual están ya terminadas y disponibles para su utilización. Se las
hemos ofrecido al Pontificio Consejo para la Familia quien gustosamente las ha
aceptado. Serán presentadas en el próximo Encuentro Mundial de las Familias en
Filadelfia y serán colgadas en la WEB del Pontificio Consejo para que de modo
gratuito sean accesibles desde todo el mundo y quien quiera las pueda utilizar.
También se está barajando la posibilidad de su traducción a otros idiomas. Debo
agradecer profundamente a quienes han elaborado estas unidades didácticas por
su esfuerzo y dedicación, con un magnífico resultado, y también debo agradecer
sinceramente al Pontificio Consejo de la Familia su espléndida acogida y
divulgación.
Entrevista a Mons. Mario Iceta por Lourdes Artola/SIC
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