En el
discurso entregado a los obispos de Puerto Rico, Francisco citó la violencia
doméstica, el narcotráfico, la corrupción. «Sean anunciadores del Evangelio y
custodios de la esperanza de su pueblo»
Consolidar
la pastoral frente a muchos problemas que afligen a la familia: la «difícil
situación económica, la migración, la violencia doméstica, el desempleo, el
narcotrico y la corrupción» y la «ideología de género» que la pone en
discusión. Lo escribió Papa Francisco en el discurso que entregó a los obispos
de Puerto Rico, en visita “ad limina apostolorum”.
TEXTO DEL
DISCURSO DEL SANTO PADRE ENTREGADO A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE
PUERTO RICO EN VISITA "AD LIMINA"
Queridos
hermanos en el Episcopado:
Me alegro
de poder saludarlos con ocasión de la visita ad limina Apostolorum,
peregrinación que deseo constituya una experiencia fecunda de comunión para
cada uno de ustedes y para la Iglesia que peregrina en Puerto Rico. Agradezco a
Monseñor Roberto Octavio González Nieves, Arzobispo de San Juan y Presidente de
la Conferencia Episcopal, las palabras que me ha dirigido en nombre de todos.
En ese
bello archipiélago caribeño se fundó una de las tres primeras diócesis que se
establecieron en el continente americano. Desde entonces, su historia
eclesiástica está entretejida por la fidelidad y la tenacidad de tantos
pastores, religiosos, misioneros y laicos que, respondiendo a los tiempos y
lugares, han sabido comunicar la alegría del anuncio de Cristo Salvador, en
cuyo nombre se han creado tantas iniciativas en favor del bien común, en el
campo litúrgico, social y educativo, que han marcado profundamente la vida
pública y privada del pueblo puertorriqueño.
Ustedes,
como pregoneros del Evangelio y custodios de la esperanza de su pueblo, están
llamados a continuar escribiendo esa obra de Dios en sus Iglesias locales,
animados por un espíritu de comunión eclesial, procurando que la fe crezca y la
luz de la verdad brille también en nuestros días. La confianza mutua y la
comunicación sincera entre ustedes permitirá al clero y a los fieles ver la
auténtica unidad querida por Cristo. Además, ante la magnitud y la
desproporción de los problemas, el Obispo necesita recurrir no sólo a la
oración, sino también a la amistad y a la ayuda fraterna de sus hermanos en el
episcopado. No gasten energías en divisiones y enfrentamientos, sino en construir
y colaborar. Ya saben que, «cuanto más intensa es la comunión, tanto más se
favorece la misión» (Pastores gregis, 22). Sepan tomar distancia de toda
ideologización o tendencia política que les puede hacer perder tiempo y el
verdadero ardor por el Reino de Dios. La Iglesia, por razón de su misión, no
está ligada a sistema político alguno, para poder ser siempre «signo y
salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana» (Gaudium et spes,
76).
El Obispo
es modelo para sus sacerdotes y los anima a buscar siempre la renovación
espiritual y a redescubrir la alegría de apacentar su grey dentro de la gran
familia de la Iglesia. Les pido una actitud acogedora con ellos; que se sientan
escuchados y guiados para que puedan crecer en comunión, santidad y sabiduría,
y lleven a todos los misterios de la salvación. Ante el próximo Jubileo de la
Misericordia, recuerden primero ustedes y luego los sacerdotes el servicio de
ser fieles servidores del perdón de Dios, sobre todo en el sacramento de la
Reconciliación, que permite experimentar en carne propia el amor de Dios y
ofrecer a cada penitente la fuente de la verdadera paz interior (cf.
Misericordiae vultus, 17).
Para
tener buenos pastores, es necesario cuidar la pastoral vocacional, de manera
que haya un numero adecuado de vocaciones, y especialmente los seminarios, que
ofrezcan la debida formación a los candidatos. El seminario es la parcela que
más solicitud pide al Obispo Pastor.
Facilitar
a los fieles la vida sacramental y ofrecerles una adecuada formación permanente
hace posible que también éstos puedan cumplir su propia misión. Los fieles
boricuas, y en particular las asociaciones, los movimientos y las instituciones
de educación, están llamados a colaborar generosamente para que se anuncie la
Buena Nueva en todos los ambientes, incluso en los más hostiles y alejados de
la Iglesia. Deseo de corazón que, animados por el ejemplo de insignes laicos
como el beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago, modelo de entrega y servicio
apostólico, o el venerable maestro Rafael Cordero y Molina, sigan avanzando por
el camino de una gozosa adhesión al Evangelio, profundizando en la Doctrina
Social de la Iglesia y participando lúcida y serenamente en los debates
públicos que atañen a la sociedad en la que viven.
Entre las
iniciativas que es necesario consolidar cada vez más está la pastoral familiar,
ante los graves problemas sociales que la aquejan: la difícil situación
económica, la emigración, la violencia doméstica, la desocupación, el
narcotráfico, la corrupción. Son realidades que generan preocupación.
Permítanme llamar su atención sobre el valor y la belleza del matrimonio. La
complementariedad del hombre y la mujer, vértice de la creación divina, está
siendo cuestionada por la llamada ideología de género, en nombre de una
sociedad más libre y más justa. Las diferencias entre hombre y mujer no son
para la contraposición o subordinación, sino para la comunión y la generación,
siempre a «imagen y semejanza» de Dios. Sin la mutua entrega, ninguno de los
dos puede siquiera comprenderse en profundidad (cf. Audiencia general, 15 abril
2015). El sacramento del matrimonio es signo del amor de Dios por la humanidad
y de la entrega de Cristo por su Esposa, la Iglesia. Cuiden este tesoro, uno de
los «más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños» (Aparecida,
433).
Finalmente,
entre los mayores retos actuales para el trabajo apostólico se encuentra la
implementación del Plan Pastoral de Conjunto en las diócesis, mediante
programas elaborados para anunciar a Cristo y responder a las inquietudes de la
sociedad y del Pueblo de Dios hoy, en los que debe estar siempre presente la
dimensión misionera hasta las últimas periferias existenciales.
Les
aseguro mi oración, también por los sacerdotes, consagrados y por todos los
fieles laicos de esa amada tierra borinqueña. Lleven a todos, por favor, el
saludo del Papa. Velen con celo y paciencia por la porción de la viña del Señor
que les ha sido encomendada, y vayan adelante todos juntos. Encomiendo la obra
de la evangelización en Puerto Rico a la Santísima Virgen María y, pidiéndoles
que no se olviden de rezar por mí, les imparto con afecto la Bendición
Apostólica.
Vaticano,
8 de junio de 2015
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