Homilía del Papa Francisco
«Hagan esto en memoria mía» (1Co 11,24.25).
El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de
Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la
institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de
Cristo en la Última Cena
«Hagan esto». Es
decir, tomen el pan, den gracias y pártanlo; tomen el cáliz, den gracias y
distribúyanlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de
su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado
hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como
protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de
Espíritu Santo.
«Hagan esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus
discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a
la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una
multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dénles ustedes de
comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con
el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos
peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto:
que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay
además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y
venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los
distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer»
con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de
un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la
salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn
6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños
gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús
el pan partido y distribuirlo a todos. Hacer y también partir.
Partir: esta es la otra palabra que explica el
significado del «hagan esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se
parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás.
Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de
identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al
partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén:
«Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la
Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la
Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o
anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para
«alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de
cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus
hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables,
se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más
pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo
esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado,
que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Hagan esto en memoria
mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco
vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer
memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto
para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta
ciudad y por el mundo entero.
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