«¿Quién
es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas?»
(RV).-
Las preguntas que presentó el Papa Francisco, en Lampedusa,
vibran dolorosamente una vez más, ante la nueva tragedia de la emigración en el
Mediterráneo.
Para
el primer viaje apostólico de su Pontificado,
el 8 de julio de 2013, el Papa Bergoglio eligió la isla símbolo de otros muchos
lugares del mundo, rezando por los hermanos que han muerto buscando una vida
mejor, bendiciendo la caridad y acogida de los que reciben a los más
necesitados.
Alentó
a no caer en la indiferencia, rogando por la conversión de
los corazones de los que explotan y esclavizan y de
los que toman decisiones socio-económicas, que abren el camino a
las tragedias de la migración.
Allí
en una Misa - que adquirió un carácter penitencial, pidiendo perdón por la globalización de la
indiferencia, que anestesia los corazones y los hace insensibles – el
Santo Padre hizo hincapié en que Dios nos vuelve a dirigir también hoy las
preguntas que dirigió al comienzo de la historia de la humanidad.
“¿Adán,
dónde estás?”: es la primera pregunta, y la segunda es “Caín, ¿dónde está tu
hermano?”. “¡Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda
su fuerza!”, enfatizó el Papa Francisco subrayando luego que “esos hermanos
y hermanas nuestros trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar
un poco de serenidad y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus
familias, pero han encontrado la muerte”.
¡Y
sus voces suben hasta Dios!
Lamentando
asimismo la terrible acción de los traficantes, que explotan la
pobreza de los demás, el Obispo de Roma volvió a recordar las dos
primeras preguntas de Dios y propuso una tercera:
«“¿Adán
dónde estás?”, “¿dónde está tu hermano?”, son las dos preguntas que Dios hace
al inicio de la historia de la humanidad y que dirige también a todos los
hombres de nuestro tiempo, también a nosotros.
Pero
yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: “¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por
hechos como éste?”. ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y
hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por
las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban
algo para sostener a sus propias familias?
Somos
una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer
con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad
de llorar!
En
el Evangelio hemos escuchado el grito, el llanto, el gran lamento: “Raquel
llora a sus hijos… porque ya no están”. Herodes ha sembrado muerte para
defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto sigue
repitiéndose… Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes también en
nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra
indiferencia, sobre la crueldad que hay en el mundo, en nosotros,
también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que
abren el camino a dramas como éste.
¿Quién
ha llorado? ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado hoy en el mundo?”
Señor,
en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos perdón por la
indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas,
te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado, se ha
encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón, te
pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han
creado situaciones que conducen a estos dramas. ¡Perdón Señor!
Señor,
que escuchemos también hoy tus preguntas: ¿“Adán, dónde estás?”, “¿dónde está
la sangre de tu hermano?”»
(CdM
- RV)
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