BUENOS AIRES, 25 May. 2015 El Papa Francisco concedió una de sus
entrevistas más personales al diario argentino “La Voz del Pueblo”, de la
ciudad bonaerense de Tres Arroyos publicada con ocasión del 25 de mayo,
aniversario del primer gobierno nacional.
El Pontífice conversó con el periodista Juan Berretta y le
dio su visión sobre Argentina, habló de sus gustos y sus miedos, los temas de
la realidad del mundo que le preocupan y reveló detalles desconocidos de su vida diaria.
¿Soñaba con ser Papa?
¡¡¡Nunca!!! Tampoco con ser presidente de la República o
general del Ejército. Viste que hay algunos pibes que sueñan con eso. Yo no.
¿Pero avanzando en el servicio episcopal tampoco fantaseó
con esa posibilidad?
Después de que estuve 15 años en puestos de mando en los
que me fueron poniendo, volví al llano, a ser confesor, cura... La vida de un
religioso, de un jesuita, va cambiando según las necesidades. Y con respecto a
la posibilidad, yo estaba en la lista de los papables en el otro cónclave… Pero
esta vez, la segunda, por la edad, 76 años, y porque además había gente más
valiosa ciertamente... Así que a mí nadie me nombraba, nadie.
Además decían que era un "kingmaker" (o hacedor
de reyes, como se denomina aquellos cardenales que debido a su
experiencia y autoridad son más capaces que otros para pesar en el resultado
electoral), que podía influir en los cardenales latinoamericanos
para que votaran. Tanto era el asunto que ni una foto mía salió en los diarios,
nadie pensaba en mí. En las casas de apuestas de Londres estaba en el número 46
(se ríe con ganas). Yo tampoco pensaba en mí, ni se me ocurría.
¿A pesar de que en 2005 fue el segundo más votado luego de
Ratzinger?
Esas son cosas que se dicen. Lo cierto es que al menos en
la otra elección estaba en los diarios, aparecía entre los papables. Adentro
era claro que tenía que ser Benedicto y hubo casi unanimidad por él y eso a mí
me gustó mucho. Era clara su candidatura, en la segunda no había ningún
candidato claro. Había varios posibles, pero ninguno fuerte. Por eso me vine a
Roma con lo puesto y con pasaje para volver el sábado a la noche y poder estar
en Buenos Aires en el Domingo de Ramos.
Incluso dejé hecha mi homilía sobre el escritorio. Nunca pensé que iba a pasar.
¿Y cuándo fue elegido qué sintió?
Antes de la elección definitoria sentí mucha paz. "Si
Dios lo quiere...", pensé. Y me quedé en paz. Mientras que se hacían los
escrutinios, que son eternos, yo rezaba el rosario, tranquilo. Tenía a mi
lado a mi amigo el cardenal
Claudio Hummes, que en una votación anterior a la definitiva me decía,
"no te preocupes eh, que así obra el Espíritu Santo…" (vuelve a
reírse).
¿Y lo asumió enseguida?
Me llevaron a la Sacristía, me cambiaron la sotana, y a la
cancha. Y ahí dije lo que me vino.
Fue algo natural entonces.
Sí, sentí mucha paz y dije lo que me vino del corazón
¿Reconoce el magnetismo que genera en la gente? Lo digo por
el plus que le da su figura a la investidura papal.
Y, sí... Sé que la gente... (duda, hace silencio) Primero
no entendía por qué ocurría eso. Y me cuentan algunos cardenales que la gente
dice "le entendemos". Claro, yo trato de ser plástico en las
audiencias, en las cosas que hablo, como hoy (por la audiencia pública del
miércoles) que conté una anécdota de cuando estaba en cuarto grado. Entonces es
como que la gente entiende lo que quiero decir. Como cuando hablé del caso de
los padres separados, que usan de rehenes a los hijos, algo muy triste, los
victimizan, el papá le habla mal de la mamá, o al revés, y al pobre chico se le
arma un corso a contramano en la cabeza. Trato de ser concreto y eso que vos
llamás magnetismo, ciertos cardenales me dicen que tiene que ver con que la
gente me entiende.
¿Disfruta de la audiencia pública?
Sí, lo disfruto en un sentido humano y espiritual, las dos
cosas. La gente me hace bien, me tira buena onda, como se dice. Es como que mi
vida se va involucrando en la gente. Yo, psicológicamente, no puedo vivir sin
gente, no sirvo para monje, por eso me quedé a vivir acá en esta casa (en la
residencia de Santa Marta). Esta es una casa de huéspedes, hay 210 piezas,
vivimos 40 personas que trabajamos en la Santa Sede y los
otros son huéspedes, obispos, curas, laicos, que pasan y se hospedan acá. Y eso
a mí me hace muy bien. Venir aquí, comer en el comedor, donde está toda la
gente, tener la misa ésa
donde cuatro días a la semana viene gente de afuera, de las parroquias… Me
gusta mucho eso. Yo me hice cura para estar con la gente. Doy gracias a Dios
que eso no se me haya ido.
¿Qué añora de su vida previa al papado?
Salir a la calle. Eso sí lo añoro, la tranquilidad de
caminar por las calles. O ir a una pizzería a comer una buena pizza (se ríe).
Puede pedir un delivery al Vaticano.
Sí, pero no es lo mismo, la cuestión es ir allí. Yo siempre
fui callejero. De cardenal me encantaba caminar por la calle, ir en colectivo,
subte. La ciudad me encanta, soy ciudadano de alma. No podría vivir en una
ciudad como la tuya por ejemplo, me costaría mucho... No, Tres Arroyos no es
tan chico, sí podría vivir ahí. En el campo no podría vivir.
¿Acá recorre la ciudad?
Noooo, (otra vez se ríe con ganas). Voy a las parroquias...
Pero no puedo salir. Imagínate que yo salgo ahí (por la calle) y se arma. Un
día salí en el auto sólo con el chofer y me olvidé de cerrar la ventanilla,
estaba abierta y no me di cuenta. Y se armó un lío... Yo iba en el asiento del
acompañante, teníamos que ir ahí nomás, pero la gente no dejaba avanzar el
auto. Claro, que el Papa esté por la calle...
Eso tiene que ver con su forma de ser
Es verdad que acá tengo el apelativo de indisciplinado, el
protocolo mucho no lo sigo. El protocolo es muy frío, aunque hay cosas
oficiales a las que me atengo totalmente.
¿De noche puede descansar, se desconecta?
Yo tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me
quedo dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y
leo hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y
ahí quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico. Eso
sí, después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí
me saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y
también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento.
¿Qué lee antes de dormirse?
Ahora estoy leyendo sobre San Silvano del Monte Athos, un
gran maestro espiritual.
En la visita que realizó a Manila en el verano, habló de la
importancia de llorar. ¿Usted llora?
Cuando veo dramas humanos. Como el otro día al ver lo que
ocurre con los del pueblo rohingya, que andan arriba de esos barcones en aguas
tailandesas y cuando se acercan a tierra les dan un poco de comida, agua y los
echan otra vez al mar. Eso me conmueve profundamente, ese tipo de dramas.
Después, los chicos enfermos. Cuando veo lo que acá llaman "enfermedades raras",
que son producidas por descuido del ambiente, se me revuelve todo. Cuando veo a
esas criaturas le digo al Señor: "Por qué ellos y no yo". Cuando voy
a la cárcel también me conmuevo.
De los tres Jueves Santos que tuve, dos fui a cárceles, una
vez a una de menores y la otra a la de Rebibbia. Y después en otras ciudades de
Italia que visité fui a la cárcel, almorcé con ellos, y cuando estaba charlando
me venía a la cabeza: "Pensar que yo podría estar aquí". Es decir,
ninguno de nosotros está seguro de que nunca va a cometer un crimen, una cosa
digna de ser encarcelado. Entonces me digo por qué Dios permitió que yo no esté
aquí. Y siento dolor por ellos y le agradezco a Dios no estar, pero a la vez
siento que ese agradecimiento es de conveniencia también, porque ellos no
tuvieron la oportunidad que tuve yo de no hacer una macana digna de estar
encarcelado. Eso me lleva al llanto interior. Eso lo siento mucho.
¿Pero llega a llorar con lágrimas?
Públicamente no lloro. Me pasó dos veces que estuve al
límite, pero me pude frenar a tiempo. Estaba demasiado conmovido, incluso hubo
algunas lágrimas que se escaparon, pero me hice el tonto y después de un rato
me pasé la mano por la cara.
¿Por qué no quería que lo vieran llorar?
No sé, me pareció que tenía que seguir adelante.
¿Cuáles fueron esas situaciones?
Recuerdo una, la otra no. La que me acuerdo tuvo que ver
con la persecución de los cristianos en Irak. Estaba hablando de eso y me
conmoví profundamente. Pensar en los chicos…
¿A qué le tiene miedo?
En general no tengo miedo. Soy más bien temerario, me mando
sin medir consecuencias. Eso a veces me da dolores de cabeza porque por ahí se
me va una palabra de más (otra vez se ríe con intensidad). En cuanto a los
atentados, yo estoy en manos de Dios y en mi oración le hablé al Señor y le
dije: "Mirá, si eso tiene que ser, que sea, solamente te pido una gracia,
que no me duela" (se ríe), porque soy cobarde al dolor físico. El dolor moral lo aguanto,
pero el físico, no. Soy muy cobarde en eso, no es que le tenga miedo a una
inyección, pero prefiero no tener problemas con el dolor físico. Soy muy
intolerante, lo asumo como algo que me quedó de la operación de pulmón que me
realizaron cuando tenía 19 años.
¿Siente presión?
Las presiones existen. Toda persona de gobierno siente
presiones. En este momento lo que más me cuesta es la intensidad que hay de
trabajo. Estoy llevando un ritmo de trabajo muy fuerte, es el síndrome del fin
del año escolar, que acá termina a fin de junio. Y entonces se juntan mil
cosas, y problemas hay... Y después están los problemas que te arman, con que
dije o no dije... Los medios de comunicación también toman una palabra y por
ahí la descontextualizan. El otro día en la parroquia de Ostia, cerca de Roma,
voy saludando a la gente, y habían puesto a los ancianos y a los enfermos en el
gimnasio. Estaban sentados y yo pasaba y los saludaba. Entonces dije:
"Miren qué divertido, acá donde jugaban los chicos están los ancianos y
los enfermos. Yo los comprendo a ustedes porque también soy anciano y también
tengo mis achaques, soy un poco enfermo". Al otro día salió en los
diarios: "El Papa confesó que estaba enfermo". Contra ese enemigo no
podés.
¿Y está encima de todo lo que se publica?
No, no. Diario leo solamente uno, La Repubblica, que es un
diario para sectores medios. Lo hago a la mañana y no me lleva más de 10
minutos ojearlo. Televisión no veo desde el año 1990 (se toma el tiempo para
responder). Es una promesa que le hice a la Virgen del Carmen en
la noche del 15 de julio de 1990.
¿Por un motivo en particular?
No, no, me dije esto "no es para mí".
¿No ve los partidos de San Lorenzo?
No veo nada.
¿Cómo se entera de los resultados?
Hay un guardia suizo que todas las semanas me deja los
resultados y cómo va en la tabla.
Usted, entre los Papas, ¿sería un Messi o un Mascherano?
No sabría decirte porque no sé distinguir el estilo de los
dos porque no veo fútbol. Messi vino dos veces acá y nada más, no lo he visto.
¿Navega por Internet?
Nada. Y dar entrevistas jamás, ahora se me ha dado, es el
estado de gracia. Antes enfrentarme a un periodista me daba pánico.
¿Cómo ve a la Argentina desde el Vaticano?
Como un país de muchas posibilidades y de tantas
oportunidades perdidas. Como decía el cardenal Quarracino. Y es verdad. Somos
un país que ha perdido tantas oportunidades a lo largo de la historia. Algo
pasa, con toda la riqueza que tenemos. Como el cuento de los embajadores de los
países que se fueron a quejar a Dios porque a los argentinos le habían dado
tantas riquezas y a ellos solamente una, o la agricultura o la minería. Dios
los escuchó y les contestó: "No, perdón, para balancear les di los argentinos".
¿Sigue la evolución de la política en Argentina?
No, para nada, corté acá la recepción de políticos porque
me di cuenta de que algunos usaban eso y mi foto, aunque también es cierto que
algún otro ni dijo que había estado conmigo y ni se sacó la foto. Pero para
evitar eso, los políticos en audiencia privada, no. Si vienen van a las
audiencias generales, los saludo. Pero no sé cómo van las elecciones ni quiénes
son los candidatos. Me imagino quiénes deben ser los principales, pero no sé
tampoco cómo van las tensiones. Sé que en las PASO de Buenos Aires ganó el PRO
porque lo vi en el diario, salió hasta en La Repubblica.
¿Le gusta que lo cataloguen como el Papa pobre?
Si ponen después otra palabra, sí. "Pobre tipo",
por ejemplo... (se vuelve a reír con ganas). La pobreza es el centro del
Evangelio. Jesús vino a predicar a los pobres, si vos sacás la pobreza del
Evangelio no entendés nada, le sacás la médula.
¿No es utópico pensar en que se puede erradicar la pobreza?
Sí, pero las utopías nos tiran para adelante. Sería triste
que un joven o una joven no las tuviera. Hay tres cosas que tenemos que tener
todos en la vida: memoria, capacidad de ver el presente y utopía para el
futuro. La memoria no hay que perderla. Cuando los pueblos pierden su memoria
está el gran drama de descuidar a los ancianos. Capacidad de hermenéutica
frente al presente, interpretarlo y saber por dónde hay que ir con esa memoria,
con esas raíces que traigo, cómo la juego en el presente, y ahí está la vida de
los jóvenes y adultos. Y el futuro, ahí está la de los jóvenes sobre todo y la
de los niños. Con memoria, con capacidad de gestión en el presente, de
discernimiento y la utopía hacia el futuro, que ahí se involucran los jóvenes.
Por eso el futuro de un pueblo se manifiesta en el cuidado de los ancianos, que
son la memoria, y de los niños y jóvenes, que son los que van a llevarla
adelante. Los adultos tenemos que recibir esa memoria, trabajarla en el futuro
y darla a los hijos. Una vez leí algo muy lindo: "El presente, el mundo
que hemos recibido, no es sólo una herencia de los mayores sino más bien un
préstamo que nos hacen nuestros hijos para que se lo devolvamos mejor". Si
yo corto mis raíces y me desmemorizo me va a pasar lo que le pasa a toda
planta, me voy a morir; si yo vivo solamente un presente sin mirar la previsión
a futuro, me va a pasar lo que le pasa a todo mal administrador que no sabe
proyectar. La contaminación ambiental es un fenómeno de ese estilo. Tienen que
ir las tres juntas, cuando falta alguna un pueblo empieza a decaer.
¿Cuáles son los peores males que aquejan al mundo hoy?
Pobreza, corrupción, trata de personas... Me puedo
equivocar en la estadística, pero qué me decís si te pregunto ¿qué ítem viene
en gasto en el mundo después de alimentación, vestido y medicina? El cuarto son
los cosméticos y el quinto las mascotas. Es grave eso, eh. El cuidado de las
mascotas es como el amor un poco programado, es decir, yo puedo programar la
respuesta amorosa de un perro o de una gatita, y ya no necesito tener la
experiencia de un amor de reciprocidad humana. Estoy exagerando, que no se tome
textual, pero es para preocuparse.
¿Por qué siempre repite "recen por mí"?
Porque lo necesito. Yo necesito que me sostenga la oración
del pueblo. Es una necesidad interior, tengo que estar sostenido por la oración
del pueblo.
¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
Como un buen tipo. Que digan: "Este era un buen tipo
que trató de hacer el bien". No tengo otra pretensión.
¿Qué recuerdos tiene del fútbol y de San Lorenzo en su
infancia?
Me acuerdo como si fuera hoy la campaña del 46, nosotros
íbamos al Gasómetro todos los domingos. Íbamos en familia, hasta ese
momento iba mi mamá también. Después del partido salíamos y comprábamos
caracoles en salsa, unas cuantas pizzas y volvíamos a casa. Era todo una fiesta
familiar. Lo seguíamos de local nada más, y algunas veces cuando jugaba en
Ferro, pero si no, a otras canchas no íbamos.
¿Le gustaría que Marcelo Tinelli, vice de San Lorenzo, sea
presidente de la AFA?
A Tinelli lo vi dos veces. Una sin saber que era él, no lo
conocía, lo saludé en el amistoso Argentina-Italia, y después me dijeron:
"Ese que saludó tercero es Tinelli". Y la segunda vez que lo vi fue
cuando me trajo la Copa. Pero no sé cómo está la situación allá, no tengo idea
qué pasa.
¿Qué opinión tiene de lo que pasó en el Boca-River?
Fue una pena. Son esas salvajadas propias de la persona que
la pasión lo desborda, y también la prepotencia y la no sociabilidad, la
incapacidad de vivir en sociedad. La verdad que es lamentable que en nuestro
pueblo existan cosas como las barras bravas, sé que en otros países también
existen. Acá en Italia también hubo problemas entre barrabravas, que no
necesariamente luchan por el club, la mayoría son mercenarios. Es lamentable.
Yo viví el tiempo del fútbol amateur, en la campaña del 46 yo tenía 9 años y
siempre iba a la tribuna, nunca a la platea. Lo peor que se le decía al árbitro
era vendido, infeliz, idiota, y de ahí no subía. O patadura a alguno que no
había agarrado bien la pelota, o dormido... No es esa catarata tan colorida de
insultos de ahora. Ha cambiado el ambiente y es lamentable.
Los chirlos de cuarto grado
Durante la audiencia general del miércoles por la mañana,
en la que se refirió a los valores de la familia y a la educación de los hijos,
Francisco contó en italiano una anécdota de cuarto grado. Por la tarde, la
repitió en castellano en la entrevista con el periodista de La Voz del Pueblo:
"Yo estaba en la pre-adolescencia, tenía unos 10 u 11 años, y la maestra no
recuerdo qué dijo y yo largué un término que no correspondía. Y me escuchó. Cuando
salimos al recreo me dijo: 'Eso no se dice, así que te voy a mandar una nota
para que venga tu mamá mañana'".
"Mi mamá fue, la maestra salió del aula y me mandaron
a llamar. Y mi mamá muy tranquila me comentó: 'Lo que le dijiste a la maestra
no se dice, ella trabaja para enseñarte, para hacerte hombre, así que pedirle perdón'. Le pedí perdón a la maestra, me dio un beso y me dijo que volviera al
aula. Y un poco dije, 'ya está, la pasé'. Pero ése fue el primer capítulo, el
segundo fue cuando llegué a casa. Ahí sí cobré lindo...
"Y es verdad, hoy día los métodos de castigo a los
chicos cambiaron, hay otra sensibilidad. En aquella época te daban dos
cachetazos y listo. Siempre digo: 'Nunca le den un cachetazo en la cara a un
chico porque la cara es sagrada, pero dos o tres palmadas en el traste no
vienen mal'. Eso mismo lo dije en la audiencia una vez y algunos países me
criticaron. Son países que tienen leyes de protección al menor muy estrictas...
El Papa no puede decir eso. Pero curiosamente esos países, que incluso castigan
al padre o a la madre que le pega al menor, tienen leyes que les permiten matar
a los chicos antes de que nazcan. Esas son las contradicciones que vivimos
ahora".
Fuente: Acci