Discurso completo del Santo Padre
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Estoy agradecido por la
posibilidad de unir mi voz a aquella de cuantos participan en esta
inauguración. Es la voz del Obispo de Roma, que habla en nombre del pueblo de
Dios peregrino en el mundo entero; es la voz de tantos pobres que son parte de
este pueblo y con dignidad buscan ganarse el pan con el sudor de la frente.
Quisiera hacerme portavoz de todos estos hermanos y hermanas nuestros,
cristianos y también no cristianos, que Dios ama como hijos y por los cuales ha
dado la vida, ha partido el pan que es la carne de su Hijo hecho hombre. Él nos
ha enseñado a pedir a Dios Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. La Expo
es una ocasión propicia para globalizar la solidaridad. ¡Busquemos no
desperdiciarla sino valorizarla plenamente!
En particular, nos reúne el
tema: “Nutrir el planeta, energía para la vida”. También por esto debemos
agradecer al Señor; por la elección de un tema tan importante, tan esencial…con
tal que no reste sólo un “tema”, con tal que vaya siempre acompañado por la
conciencia de los “rostros”: los rostros de millones de personas que hoy tienen
hambre, que hoy no comerán en modo digno, de un modo digno de un ser humano.
Quisiera que toda persona – a partir de hoy – toda persona que irá a visitar la
Expo de Milán, atravesando aquellos maravillosos pabellones, pueda percibir la
presencia de aquellos rostros. Una presencia escondida, pero que en realidad
debe ser la verdadera protagonista del evento: los rostros de los hombres y de
las mujeres que tienen hambre y que se enferman, e incluso mueren, por una
alimentación demasiado carente o nociva.
La “paradoja de la
abundancia” – expresión usada por San Juan Pablo II hablando precisamente a la
FAO (Discurso a la I Conferencia sobre Nutrición, 1992) - persiste
todavía, no obstante los esfuerzos realizados y algunos buenos resultados.
También la Expo, de alguna manera, es parte de esta “paradoja de la
abundancia”, si obedece a la cultura del derroche, del descarte, y no
contribuye a un modelo de desarrollo equitativo y sostenible. Por lo tanto,
hagamos que esta Expo sea ocasión de un cambio de mentalidad, para terminar de
pensar que nuestras acciones cotidianas - en cada grado de
responsabilidad – no tengan un impacto sobre la vida de quien, cerca o lejos,
sufre el hambre. Pienso en tantos hombres y mujeres que sufren el hambre y
especialmente en la multitud de niños que mueren de hambre en el mundo.
Y hay otros rostros que
tendrán un papel importante en la Exposición Universal: aquellos de tantos
operadores e investigadores en el sector alimentario. Que el Señor conceda a
cada uno de ellos sabiduría y coraje, porque es grande su responsabilidad. Mi
auspicio es que esta experiencia permita a los empresarios, a los comerciantes,
a los estudiosos, sentirse involucrados en un gran proyecto de solidaridad:
aquel de nutrir el planeta en el respeto de todo hombre y mujer que lo habita y
en el respeto del ambiente natural. Éste en un gran desafío al cual Dios llama
la humanidad del siglo veintiuno: terminar finalmente de abusar del jardín que
Dios nos ha confiado, para que todos puedan comer de los frutos de este jardín.
Asumir tal proyecto da plena dignidad al trabajo de quien produce y de quien
investiga en el campo alimentario.
Pero todo parte de allí: de
la percepción de los rostros. Y entonces no quiero olvidar los rostros de todos
los trabajadores que se han esforzado por la Expo de Milán, especialmente de
los más anónimos, de los más escondidos, que también gracias a Expo han ganado
el pan para llevar a casa. ¡Que nadie sea privado de esta dignidad! ¡Y que
ningún pan sea fruto de un trabajo indigno del hombre!
Que el Señor nos ayude a
acoger con responsabilidad esta gran ocasión. Que nos done Él, que es Amor, la
verdadera “energía de la vida”: el amor para compartir el pan, “nuestro pan
cotidiano”, en paz y fraternidad. Y que no falte el pan y la dignidad del
trabajo a todo hombre y mujer. Gracias.
(Traducción del italiano:
María Cecilia Mutual- RV)
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