En la homilía de este viernes, el Santo Padre explica el camino para ser fieles a la ley, sin descuidar la justicia y el amor
En el Evangelio del día, Jesús pregunta a los fariseos si es lícito o no sanar en sábado, pero no responden. Él, entonces, toma de la mano a un enfermo y lo sana. Los fariseos --ha explicado el Pontífice-- confrontados con la verdad, callaban, "pero luego chismorreaban por detrás... y trataban de hacerle caer". Jesús reprende a esta gente que "estaba tan apegada a la ley, que se había olvidado de la justicia" e incluso negaba la ayuda a los padres ancianos con el pretexto de haber regalado todo al Templo. Pero "¿quién es más importante?" --ha preguntado el Santo Padre-- ¿El cuarto mandamiento o el Templo?":
"Esta forma de vivir apegados a la ley, les alejaba del amor y de la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban la justicia. Cuidaban la ley, descuidaban el amor. Eran modelos: eran los modelos. Y Jesús para estas personas sólo encuentra una palabra: hipócritas. Por un lado, van por todo el mundo buscando partidarios. ¿Y luego? Cierran la puerta. Hombres de la cerrazón, hombres tan apegados a la ley, a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor; sino a la letra de la ley, que siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación... Hombres que sólo sabían cerrar".
"El camino para ser fieles a la ley, sin descuidar la justicia, sin descuidar el amor" --ha proseguido el Papa citando la Carta de san Pablo a los Filipenses-- "es el camino contrario: desde el amor a la integridad; desde el amor al discernimiento; desde el amor a la ley":
"Este es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al de los doctores de la ley. Y este camino del amor a la justicia, lleva a Dios. En cambio, el otro camino, el de estar apegados únicamente a la ley, a la letra de la ley, lleva al cierre, lleva al egoísmo. El camino que va desde el amor al conocimiento y al discernimiento, al cumplimiento pleno, conduce a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. Mientras que, este otro camino lleva al egoísmo, a la soberbia de sentirse justos, a esta santidad entre comillas de las apariencias, ¿no? Jesús le dice a esta gente que "le gusta mostrarse a la gente como hombres de oración, de ayuno...': mostrarse, ¿no? Y por eso Jesús dice a la gente: 'Pero, haced lo que dicen, pero no lo que hacen".
Estos --ha observado el Santo Padre-- "son los dos caminos y hay pequeños gestos de Jesús que nos hacen entender este camino del amor al conocimiento pleno y al discernimiento". Jesús nos lleva de la mano y nos sana:
"Jesús se acerca: la cercanía es precisamente la prueba de que vamos por el camino verdadero. Porque es precisamente el camino que Dios ha elegido para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre. La carne: la carne de Dios es el signo; la carne de Dios es el signo de la verdadera justicia. Dios se hizo hombre como uno de nosotros, y nosotros tenemos que hacernos como los demás, como los necesitados, como aquellos que necesitan de nuestra ayuda".
"La carne de Jesús" --ha afirmado el Papa-- "es el puente que nos acerca más a Dios... no es la letra de la ley: ¡no! En la carne de Cristo, la ley cuenta con la plena realización" y "es una carne que sabe sufrir, que ha dado su vida por nosotros". "Que estos ejemplos, este ejemplo de la cercanía de Jesús, desde el amor a la plenitud de la ley --ha concluido Francisco-- nos ayuden a no caer jamás en la hipocresía: nunca. Es tan feo, un cristiano hipócrita. Tan feo. ¡Que el Señor nos salve de esto!".
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