“Cuando en la Iglesia los fieles, los
ministros, se vuelven un grupo así… no eclesial, sino ‘eclesiástico’, de privilegio
de cercanía al Señor, tienen la tentación de olvidar al primer amor, ese amor
tan bello que todos nosotros hemos tenido cuando el Señor nos ha llamado, nos
ha salvado, nos ha dicho: ‘Pero te quiero tanto’. Ésta es una tentación de los
discípulos: olvidar el primer amor, o sea olvidar también a las periferias,
donde yo estaba antes, incluso si debo avergonzarme”.
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