Ante la nueva situación social, generada por la renuncia de los principales grupos políticos a dar la batalla contra el aborto, hemos recabado la autorizada opinión de Mons. Mario Iceta, obispo de Bilbao y presidente de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida.
–Usted ha declarado que
ninguno de los partidos con representación en el Congreso refleja hoy la
posición de una persona que defienda la vida desde su inicio. Por esa razón,
algunas voces ponen en cuestión que los católicos militen en tales partidos y
sugieren crear otros nuevos. ¿Qué opina?
–El
Concilio Vaticano II se expresó claramente sobre la autonomía de los bienes
temporales cuando afirmaba que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de
propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a
poco. Por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de
consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el
hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada
ciencia o arte. De ahí que un oficialismo católico en la política sea un
anacronismo. Debemos afirmar, en primer lugar que la comunidad política se
deriva de la sociedad civil a la que debe servir. Existe una primacía de la
sociedad civil con respecto a la comunidad política y uno de los fundamentos de
la sociedad civil es precisamente el derecho, tutela y promoción de la vida
humana como principio fundamental. Los partidos están llamados a interpretar
las aspiraciones de la sociedad civil orientándolas al bien común, de ahí que
los cristianos están llamados a la transformación de la sociedad según el Reino
de Dios mediante la participación en los partidos políticos. Es una verdadera
vocación de servicio. La implicación política es un deber del cristiano en la
llamada a ordenar la res pública según los principios del Evangelio. Ahora
bien, la forma concreta en que esta participación se lleva a cabo puede ser de
diversas maneras: o bien participando en partidos ya constituidos que le permitan
orientar la acción política según los principios cristianos y haciéndose
acreedor de la confianza de quienes confíen en él su voto; o mediante la
creación o participación en nuevas formaciones políticas cuando la capacidad de
incidencia del cristiano es disminuida, impedida o contrariada por la
orientación del partido político en el que quiere servir. Lo esencial es que el
cristiano pueda ejercer con libertad y de modo eficaz su vocación de servicio en
el ámbito de la política y que los cristianos puedan reconocer entre las
diversas formaciones políticas aquellas que mejor puedan defender y aplicar los
principios cristianos y, por tanto, hacerse merecedores de su confianza y su
voto.
–¿Le parece probable que
el Tribunal Constitucional se pronuncie próximamente y modifique la situación
actual?
–El
Tribunal Constitucional ya se ha pronunciado en ocasiones anteriores
considerando la vida humana como un bien que debe ser tutelado también
jurídicamente desde su inicio. Pero me parece que la vida humana y su tutela y
protección es una cuestión previa al iuspositivismo. Es un bien, podríamos
decir, prepolítico. No es la norma jurídica la que otorga el valor a la vida
humana. Más bien al contrario, toda norma jurídica, si es justa, lo que debe
hacer es reconocer el bien fundamental de la vida humana y no otorgarle su valor
o su capacidad de existir. Es un bien que precede cualquier consideración
jurídica. Por eso, no sé en qué términos se pronunciará el Tribunal
Constitucional. Más allá de su pronunciamiento, la ley justa tiene por su
naturaleza el deber de tutelar la vida humana en todos los estadios de su
existencia.
–Con ocasión del
contagio de ébola de una auxiliar de enfermería en Madrid, el presidente del
gobierno pidió que se dejara trabajar a los profesionales y que no se
politizara el asunto. Sin embargo, no se dice lo mismo con el aborto, donde priman
los criterios electorales. ¿Qué señalan los científicos sobre el comienzo de la
vida?
–Para
la embriología, el comienzo de la vida humana es claro: desde el momento de la
concepción, cuando se configura el cigoto unicelular, una vez que se ha
recombinado la carga genética tras la fusión del espermatozoide y el óvulo,
comienza la existencia de una vida humana, diferente de la de sus padres.
El problema es una primera ideologización del
comienzo de la vida humana, cuando más allá de la realidad biológica, se
arrojan sobre el nuevo ser consideraciones que sobrepasan el dato biológico y
se afirma falsamente que no existe una vida nueva hasta después de la
implantación uterina. Esto contradice el dato embriológico. Y posteriormente
una segunda ideologización, cuando se considera que durante las primeras
semanas de gestación existe un derecho a eliminar la vida humana. Asistimos,
por tanto, a una doble ideologización del
comienzo
de la vida humana que ha calado ampliamente en la sociedad y también en las
formaciones políticas, con el resultado lamentable de que la vida humana no es
considerada como un bien ni es protegida durante sus primeras semanas de
existencia.
–Al igual que Caritas
cuenta con programas concretos para atender a los emigrantes, a los parados o a
los sin techo, ¿no cabría una Caritas específica dedicada a las embarazadas que
necesitan ayuda para no abortar?
–Existen
gracias a Dios muchísimas organizaciones de Iglesia, además de otras no
confesionales pero de inspiración cristiana y de otras organizaciones que
prestan este magnífico servicio desde principios humanistas. La Iglesia ha dado
muchos frutos de santidad en órdenes, congregaciones religiosas, instituciones
e institutos que se han volcado en la atención a la persona sufriente y en la
tutela de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. A ellas
se han sumado muchas organizaciones promovidas por laicos que se vuelcan en la
atención a las mujeres embarazadas en dificultad, a las familias necesitadas
que esperan el nacimiento de un nuevo hijo, o a la atención de niños con
discapacidades o el acompañamiento de embarazos difíciles.
Con
respecto a la posibilidad de una organización específica al estilo de Caritas,
le diría que, aunque no existe una organización con la misma configuración de
Caritas, las organizaciones, congregaciones e instituciones que atienden a
embarazadas que necesitan ayuda para no abortar trabajan en red, con una
coordinación cada vez mayor, buscando sinergias y la potenciación mutua de sus
capacidades y multiplicación de servicios que prestan, así como la ampliación
de atención a nuevas realidades. Lo que me gustaría subrayar es la necesidad de
concienciar a la sociedad del don que supone para todos la venida al mundo de
un nuevo ser humano, que requiere ser acogido y abrazado. El ser humano es
siempre un don, aunque a primera vista algunas circunstancias en las que esa nueva
vida puedan parecer generadoras de dificultades y angustias. Tenemos la
obligación de acompañar a las mujeres embarazadas en dificultad para que las
dificultades puedan ser acompañadas y las angustias disipadas.
También
me gustaría subrayar el deber de las administraciones públicas de tutelar la
vida humana y de colaborar con las diversas organizaciones en sus diversas
necesidades para que la ayuda a la maternidad, a la mujer embarazada y a la
vida intrauterina y naciente sea adecuadamente atendida.
Por
Rafael Hernández Urigüen y Enrique
Carlier
Fuente: ecclesia
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