(RV).- El Papa Francisco
sugirió dos propósitos: leer cada día un pasaje del Evangelio -
para dejar que Jesús predique para nosotros - y rezar para que
Jesús sane nuestras heridas.
Con el canto «Somos tu pueblo
Señor», cantado en español, comenzó la Santa Misa que presidió el Papa
Francisco en la parroquia romana de San Miguel Arcángel en Pietralata.
Terminando así su visita pastoral, la tarde del domingo 8 de febrero. Antes de
llegar a esta parroquia, el Papa quiso detenerse para saludar a un grupo de
personas que viven en un campo de viviendas pobres y precarias, denominado
Campo Arco Iris, en el que viven desplazados latinoamericanos, africanos, rusos
y ucranianos, que recibieron con inmensasorpresa, alegría y gratitud la
visita del Obispo de Roma. Hablaron y rezaron con él en español y recibieron su
bendición.
Luego, al llegar a la
parroquia, el Santo Padre saludó a las distintas realidades y grupos
parroquiales. Con palabras de ternura, cercanía y aliento, como las
que dirigió a los enfermos, recordándoles que Dios es nuestro Papá,
y como un Padre nunca deja solos a sus hijos. También un grupo de personas
necesitadas, recibió un saludo especial del Papa:
«La gente no conoce el nombre
de ustedes y los llama ‘sin techo’. Y ustedes soportan esto: es su
cruz y su paciencia. Pero hay algo en el corazón de todos ustedes, les ruego
que estén seguro de ello: está el Espíritu Santo».
En el momento dedicado a los
niños, el Santo Padre recordó el sufrimiento que causan las guerras, en tantas
partes del mundo, como en Irak, Ucrania, África. Guerras debidas al
odio, cuyo padre es el diablo, dijo, recordando que Dios quiere la unidad:
«¿Quién es el padre de la
guerra? Díganlo fuerte.... (los niños responden: ¡el diablo!) Porque el
diablo es el padre del odio. ¿De acuerdo? Es el padre de las mentiras...
¿Por qué? Porque no quiere la unidad. Mientras que Dios quiere la
unidad... Si sienten celos en su corazón hacia otro, otra persona, éste es
el comienzo de una guerra. Los celos no son de Dios».
En su homilía, hizo hincapié
en la importancia de rezar rogando a Jesús que sane nuestras heridas:
«Es triste cuando en una
familia los hermanos no se hablan por una tontera, porque el diablo, de una
tontera hace que se vuelva un mundo. Luego, tantas veces las enemistades duran
muchos años. Y se destruye esa familia: los padres sufren porque los hijos no
se hablan, o la esposa de un hijo no habla con el otro... Celos, envidias...
Esto lo siembra el diablo. Y el único que echa fuera los demonios es Jesús. El
único que sana estas cosas es Jesús. Por eso le digo a cada uno de ustedes: ¡‘déjate
sanar por Jesús’!»
«¡Deja que Jesús predique para
ti!, exhortó también el Santo Padre, alentando una vez más a leer el Evangelio
para escuchar lo que Jesús nos quiere decir:
«Debemos acostumbrarnos a
esto: escuchar la Palabra de Jesús, en el Evangelio. Leer un
pasaje, pensar sobre lo que dice, lo que me dice a mí. Si no percibo lo que me
dice, paso a otro. Pero hay que tener este contacto cotidiano con el Evangelio.
Porque así Jesús me predica a mí, me dice con el Evangelio lo que me quiere
decir».
(CdM – RV)
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