Esa es la idea que se repite en el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del año 2015. Según él, la indiferencia alcanza hoy una dimensión mundial. Cuando estamos bien, nos olvidamos de los demás, de sus problemas y sufrimientos y también de las injusticias que padecen los que no están bien. “También para los cristianos, la indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real”.
Tras esta mirada a nosotros mismos, hemos de volver nuestros ojos a Dios. La fe nos dice que Dios es amor y no puede ser indiferente ante nosotros. Nos conoce, nos cuida y nos busca cuando lo abandonamos. La Encarnación de su Hijo, su vida, su muerte y resurrección son la mayor prueba del amor de Dios.
Con esos misterios se abre la puerta entre Dios y los hombres. Y ahí aparece la Iglesia, “como la mano que tiene abierta esta puerta”. La imagen es muy acertada y explica la persecución. Una sociedad que tiende a cerrarse en sí misma y a cerrar la puerta por la que Dios entra en el mundo y el mundo en Él, intentará rechazar, aplastar o herir esa mano que mantiene abierta la puerta de Dios.
En ese contexto, el Papa Francisco sugiere algunas tareas concretas a la Iglesia, a las parroquias y comunidades y a cada persona creyente.
- La Iglesia da testimonio del amor de Dios, que rompe la cerrazón mortal de la indiferencia. Ella es el cuerpo de Cristo y la comunión de los santos. Por tanto, “en esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos”.
- Las parroquias y las comunidades han de conocer a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y hacerse cargo de ellos. Es falso decir que se ama a los que están lejos en el mundo, mientras se olvida al pobre Lázaro, sentado ante nuestra puerta cerrada. “Toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados”.
Seguir a Jesucristo por el camino la lleva hasta los confines de la tierra. Según el Papa, las parroquias y comunidades han de ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
- Ante la tentación individual de la indiferencia, siempre podemos orar. El Papa nos propone la iniciativa “24 horas para el Señor”, en los días 13 y 14 de marzo. A la oracion se han de unir nuestros gestos de caridad. “La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad”.
La necesidad del hermano nos recuerda la fragilidad de nuestra vida, su sufrimiento nos llama a la conversión. Superar la trampa de la indiferencia requiere esfuerzo. Pero la oración nos ayudará a tener “un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia”.
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
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