Al rezar la oración
del Ángelus en el V domingo del tiempo ordinario, con los miles de
fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco se
refirió al pasaje del Evangelio de Marcos que nos muestra a
Jesús dedicado a curar a tantos enfermos.
Predicar y curar: ésta es la
actividad principal de Jesús en su vida pública, afirmó el Pontífice, de este
modo “Él anuncia el Reino de Dios y con las curaciones demuestra que nos está
cerca, está en medio de nosotros”.
Francisco destacó que Jesús, que
vino al mundo para anunciar y salvar a todos los hombres “muestra una
particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el
espíritu: los pobres, los pecadores, lo endemoniados, enfermos y marginados, revelándose
medico de almas y cuerpo, buen Samaritano del hombre”
“Tal realidad de la curación de los
enfermos por parte de Cristo – dijo – nos invita a reflexionar sobre el sentido
y el valor de la enfermedad. A esto nos llama la Jornada
Mundial del Enfermo, que celebraremos el próximo miércoles 11 de
febrero, memoria litúrgica de la Beata Virgen María de Lourdes”. Y prosiguió:
“Bendigo las iniciativas preparadas para esta Jornada, en particular la Vigilia
que tendrá lugar en Roma en la tarde del 10 de febrero”.
El Obispo de Roma prosiguió explicando
que esta obra salvífica de Cristo “continúa mediante la Iglesia,
sacramento del amor y de la ternura de Dios por los hombres. Jesús - dijo -
enviando en misión a sus discípulos les confiere un doble mandato: anunciar el
Evangelio de la salvación y curar a los enfermos (cfr Mt 10,7-8). Por ello, “la
Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos parte integrante de
su misión” y “considera a las personas enfermas como una vía
privilegiada para encontrar a Cristo, para acogerlo y
servirlo”.
Cada uno de nosotros, dijo el Pontífice,
está llamado a llevar la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia a aquellos
que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que
su servicio al enfermo sea cumplido siempre con más humanidad, con dedicación
generosa, con amor evangélico.
Francisco concluyó pidiendo a la Madre
de Dios, “Salud de los enfermos”, para que toda persona en la enfermedad pueda
experimentar, gracias a la atención de quien le está cerca, la potencia del
amor de Dios y la consolación de su ternura paternal.
(MCM – RV)
Texto completo de las palabras
del Papa a la hora del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos
días!
El Evangelio de hoy (Mc 1, 29-39)
nos presenta a Jesús, que después de haber predicado en la Sinagoga, cura a
tantos enfermos. Predicar y curar: ésta es la actividad principal de Jesús
en su vida pública. Con la predicación Él anuncia el Reino de Dios y con
las curaciones demuestra que nos está cerca, que el Reino de Dios está en medio
de nosotros.
Jesús, una vez entrado en la casa de
Simón Pedro, ve que su suegra está en cama con la fiebre; inmediatamente le
toma la mano, la cura y la hace levantar. Luego del ocaso, cuando terminado el
sábado la gente puede salir y llevarle a los enfermos, sana a una multitud de
personas afectadas por enfermedades de todo tipo: físicas, psíquicas y
espirituales.
Jesús, venido al mundo para anunciar y
salvar a cada hombre y a todos los hombres muestra una
particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y
en el espíritu: los pobres, los pecadores, lo endemoniados, enfermos
y marginados, revelándose medico de almas y cuerpo, buen
Samaritano del hombre”. Es el verdadero Salvador: Jesús salva, Jesús cura,
Jesús sana.
Tal realidad de la curación de los
enfermos por parte de Cristo nos invita a reflexionar sobre
el sentido y el valor de la enfermedad. A esto nos
llama la Jornada Mundial del Enfermo, que celebraremos el
próximo miércoles 11 de febrero, memoria litúrgica de la Beata Virgen María de
Lourdes. Bendigo las iniciativas preparadas para esta Jornada, en particular
la Vigilia que tendrá lugar en Roma en la tarde del 10 de febrero. Y
aquí me detengo para recordar al Presidente del Pontificio Consejo para los
Enfermos, para la salud, Mons. Zygmunt Zimowski, que es muy amado en Polonia.
Una oración para él, por su salud, porque ha sido él que ha preparado esta
jornada y él nos acompaña desde su sufrimiento en este día. Una oración
para Mons. Zimowski.
La obra salvífica de Cristo no
se termina con su persona y en el arco de su vida terrena, esta continúa
mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios por
los hombres. Jesús, enviando en misión a sus discípulos, les confiere un doble
mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos (cfr. Mt
10,7-8). Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la
asistencia a los enfermos parte integrante de su misión.
“Los pobres y los enfermos estarán
siempre con ustedes”, enseña Jesús, (cfr. Mt 26,11) y la Iglesia
continuamente los encuentra por su camino, considerando a las personas
enfermas como un camino privilegiado para encontrar a Cristo, para acogerlo y
para servirlo. Curar a un enfermo, acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el
enfermo es la carne de Cristo.
Esto sucede también en nuestros tiempos,
cuando no obstante los múltiples progresos de la ciencia, el sufrimiento
interior y físico de las personas suscita fuertes interrogantes acerca del
sentido de la enfermedad y del dolor y sobre el porqué de la muerte. Se trata
de preguntas esenciales, a las cuales la acción pastoral de la Iglesia debe
responder a la luz de la fe, teniendo ante los ojos el Crucifijo, en el cual
aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor de los hombres
no ha ahorrado a su propio hijo (cfr. Rm 8, 32).
Por lo tanto, cada uno de nosotros está
llamado a llevar la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia a
aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros,
para que el servicio al enfermo se cumpla cada vez con más humanidad, con
dedicación generosa, con amor evangélico, con ternura. La Iglesia madre, a
través de nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras
heridas, y lo hace con ternura de madre.
Recemos a María, “Salud de los
enfermos”, para que toda persona en la enfermedad pueda experimentar, gracias a
la atención de quien le está cerca, la potencia del amor de Dios y la
consolación de su ternura materna.
(Traducción del italiano:
María Cecilia Mutual - RV)
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