(RV).-
El Santo Padre recibió la mañana del sábado en la Sala Clementina del Vaticano
a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para
los laicos.
Después
de agradecer al Cardenal Presidente por sus palabras, Papa Bergoglio dirigió a
los miembros del Pontificio Consejo palabras de aliento por el acto
conmemorativo de la publicación del Decreto sobre el apostolado de los laicos
Apostolicam actuositatem que están preparando en el marco del 50º Aniversario
de la conclusión del Concilio Vaticano II, indicándolo como una iniciativa que
mira “no sólo al pasado, sino al presente y al futuro de la Iglesia”.
Partiendo
del tema elegido para la Plenaria “Encontrar a Dios en el corazón de la
ciudad”, el Santo Padre inició su reflexión sobre el fenómeno del urbanismo
que ha asumido en el tiempo presente dimensiones globales.
Más
de la mitad de los hombres del planeta viven en las ciudades – indicó el
Sucesor de Pedro - y tal contexto urbano “tiene un fuerte impacto en la mentalidad,
la cultura, los estilos de vida, las relaciones interpersonales y la
religiosidad de las personas”. Así, los cristianos absorben «lenguajes,
símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida,
frecuentemente en contraste con el Evangelio»(Evangelii Gaudium,73).
Grandes oportunidades, grandes
riesgos, advirtió el Papa: las ciudades pueden ser
“espacios magníficos de libertad y de realización humana”, pero también
“espacios terribles de deshumanización y de infelicidad”:
“Parece
que cada ciudad, incluso la que parece más próspera y ordenada, tiene la
capacidad de generar dentro de sí una oscura “anti-ciudad”. Parece
que con los ciudadanos también existen los “no-ciudadanos”: personas
invisibles, pobres de medios y de calor humano, que viven en “no-lugares”,
que viven de las “no-relaciones”. Se trata de individuos a los que
nadie dirige una mirada, una atención, un interés”.
Ante
estos tristes escenarios, prosiguió Papa Bergoglio, debemos siempre recordar
que “Dios está presente inclusive en nuestras ciudades frenéticas y
distraídas”, y por eso es necesario “no abandonarse al pesimismo”, sino tener
una mirada de fe sobre la ciudad, una mirada contemplativa «que descubra al
Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas» (ibíd., 71):
“Dios no está nunca ausente en
la ciudad porque nunca está ausente en el corazón del hombre. De hecho, «la presencia de Dios acompaña la búsqueda sincera que las
personas y los grupos cumplen para encontrar apoyo y sentido a sus
vidas»(ibid.). La Iglesia quiere estar al servicio de esta búsqueda sincera que
está en tantos corazones y que los abre a Dios. Los fieles laicos, sobre todo,
están llamados a salir sin temor para ir al encuentro de los hombres de las
ciudades: en las actividades cotidianas, en el trabajo, como individuos o como
familias, junto con la parroquia o en los movimientos eclesiales a los que
pertenecen, pueden romper el muro del anonimato y la indiferencia que a menudo
reina en las ciudades. Se trata de encontrar el coraje para
dar el primer paso de acercamiento a los demás, para ser apóstoles del barrio”.
Convirtiéndose
en alegres anunciadores del Evangelio a sus conciudadanos – prosiguió el
Pontífice - los fieles laicos descubren que son muchos los corazones que el
Espíritu Santo ha preparado para recibir su testimonio, su cercanía y su
atención. De ahí que es importante, “cuidar la formación de los laicos”,
educándolos a tener la mirada de fe llena de esperanza, una mirada que sepa
“ver la ciudad con los ojos de Dios”, animándolos a “vivir el Evangelio”
sabiendo que “cada vida vivida cristianamente siempre tiene un fuerte impacto
social”.
“También
es necesario, alimentar el deseo de dar testimonio de los
fieles laicos, para que puedan donar a los demás con amor el don de la fe que
han recibido, acompañando con afecto a quienes dan sus primeros pasos en la
vida de fe.
“En
pocas palabras - sintetizó el Sucesor de Pedro- los laicos están llamados a
vivir un ‘protagonismo humilde’ en la Iglesia convirtiéndose en ‘levadura de
vida cristiana’ para toda la ciudad”.
Por
último el Papa recordó que en el renovado impulso misionero hacia la ciudad es
importante que los fieles laicos en comunión con sus Pastores sepan “proponer
el corazón del Evangelio, no sus ‘apéndices’:
“El
entonces arzobispo Montini en Milán, hablaba de la «búsqueda de lo esencial» e
invitaba a ser ante todo nosotros mismos ‘esenciales’, es decir, verdaderos,
genuinos, y a vivir de aquello que verdaderamente cuenta”. “Sólo así se puede
proponer en su fuerza, en su belleza y en su simplicidad, el anuncio liberador
del amor de Dios y de la salvación que Cristo nos ofrece”.
Confiando
el trabajo y los proyectos del Pontificio Consejo para los laicos a la materna
protección de la Virgen María “peregrina junto con su Hijo en el anuncio del
Evangelio, de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad”, el Santo Padre impartió
su bendición, pidiéndoles también, de rezar por él.
(GM
– RV)
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