«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


14 de enero de 2015

EL AGRADECIMIENTO

SER AGRADECIDO SE APRENDE EN LA FAMIA
El agradecimiento es la experiencia en la que nos hacemos conscientes de lo que hemos recibido.: ¿qué tienes que no hayas recibido? (1Co 4,7).


El agradecimiento es la relación básica de todas las relaciones. Es reconocer que hemos recibido todo, es la primera experiencia religiosa. Es descubrir que en tu hermano hay un amor divino.

El agradecimiento es la fuerza que nos moviliza, se expresa pero hay que vivirlo, es caer en la cuenta de todo lo recibido.

Dice un refrán castellano: “Ser agradecidos es de ser bien nacidos”.

La gratitud, además de ser propia de las buenas maneras, es una de las vías que conducen a la felicidad; la vida se torna diferente cuando es vista a la luz de ésta.

La gratitud abre los ojos, el corazón y la conciencia, puesto que por más insignificante que algo parezca, esta virtud lo engrandece y lo llena de gozo. Quien no agradece lo que es, lo que recibe y lo que tiene, vive amargado anhelando lo que no ha podido lograr.

Subrayar el valor de la gratitud en la educación de los hijos, les proporciona una capacidad de goce y asombro ante las maravillas de la vida tan primordial en el ser humano.

La gratitud es la virtud que nos lleva a tomar conciencia de los dones que recibimos cada día, a valorar la generosidad del que nos los da y a mover nuestra voluntad para corresponder a estos dones, aprovecharlos, desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás.

Así pues, la vivencia de esta virtud promueve otros preceptos que se convierten en estupendas piezas para la construcción de la madurez: el valor del esfuerzo, la humildad, la reciprocidad, el respeto, la generosidad, la laboriosidad, entre otros.

La gratitud se aprende en la familia

Los padres han de proponerse que sus hijos vivan el agradecimiento como una actitud habitual, tanto en el trato con los demás, como con la vida misma y con quien la hizo posible. De igual modo, es importante enseñarles a agradecer los alimentos que reciben, la posibilidad de estudiar, de tener una familia, de compartir con otros, de aprender… en fin, tantas y tantas cosas que por momentos se nos vuelven invisibles a la vista y damos por hecho que nos pertenecen.

De esta forma los hijos toman conciencia de que el mundo no está rendido a sus pies en espera de que ellos pronuncien su petición, sino que las cosas que se obtienen merecen un valor y un agradecimiento.

La falta de gratitud permite y produce sentimientos de infelicidad ante lo que no tenemos o somos, y que, según nosotros, merecemos. Y al vivir la gratitud, se eliminará de su vida esta posible fuente de tristeza e infelicidad.

Cómo promover la gratitud en casa

Las siguientes son algunas ideas que promueven la virtud de la gratitud en el hogar. No hay que olvidar que son aplicables a todos los miembros de la familia, no sólo a los chicos, pues el ejemplo de los padres es un elemento básico para el aprendizaje de valores.

·Fijarse en las cosas buenas que suceden, así como en las fortalezas de las personas.

·   Saber disfrutar de las cosas y situaciones de nuestra vida, sobre todo de lo más  sencillo.

·  Valorar los sacrificios y esfuerzos que hacen los demás para darnos lo que necesitamos.

·       No exigir otras cosas, sino agradecer aquello que se nos ofrece.

·  Dar siempre las gracias en compañía de una sonrisa, aunque sea por cosas aparentemente pequeñas y sin importancia.

·     Cuidar de las cosas que nos han sido regaladas, mantenerlas en orden, hacer un uso apropiado de éstas y compartirlas con quien las necesite.

·       Convertir en costumbre, el ofrecer detalles entre hermanos, padres e hijos.

·       En la noche, agradecer los dones recibidos a lo largo de la jornada y en la mañana siguiente, agradecer por el nuevo día y ofrecer vivirlo de la mejor manera.

·       Nunca quejarse o lamentarse por lo que no se tiene.

·       Disfrutar de las actividades que se realizan en familia.

El mundo necesita una buena dosis de gratitud hacia los demás y un poco menos de reivindicaciones. Hay que pedir lo que nos falta y nos corresponde, pero sin olvidar que también hay que agradecer lo que recibimos.

Que nuestra actitud, como padres, sea siempre dar gracias por nuestra vida, por la vida de nuestros hijos y celebrar el amor. Más allá de los resultados obtenidos, también y a pesar de haber vivido experiencias de contradicción, o quizá, precisamente por ellas, poder dar gracias. Mirar hacia atrás y poder decir de corazón: “Merece la pena vivir”

El hombre lo quiere todo para sí; pero Dios con su Palabra lo va educando de manera que el hombre aprenda a recibir lo que Dios le da como don. Pedir no para apropiarse es ya aprender a fiarse y a reconocer el don de Dios: que Dios da no según nuestras expectativas; que Dios no gratifica inmediatamente sino que responde, sí, pero de manera desconcertante. Cuando vamos entrando en esta dinámica ya no se es el de antes. Sabe que puede pedir y esperarlo todo de Dios porque no necesita controlar la respuesta.

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