Homilía del Papa Francisco el día del bautismo del Señor
Hemos escuchado en la primera
lectura que el Señor se preocupa de sus hijos como un padre: se preocupa de dar
a sus hijos un alimento sustancioso. Mediante el profeta Dios dice: « ¿Por qué
gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia?» (Is 55,2).
Dios, como un buen papá y una buena mamá, quiere dar cosas buenas a sus hijos.
Y ¿qué cosa es este alimento sustancioso que Dios nos da? Es su Palabra: su
Palabra nos hace crecer, nos hace producir buenos frutos en la vida, como la
lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda (cfr. Is 55,10-11).
Así ustedes padres, y también ustedes, padrinos y madrinas, abuelos, tíos,
ayudaran a estos niños a crecer bien si darán a ellos la Palabra de Dios, el
Evangelio de Jesús. ¡Y también lo harán con el ejemplo! Todos los días, tendrán
la costumbre de leer un pasaje del Evangelio, pequeñito, y será el ejemplo para
los hijos, ver a papá, a mamá, a los padrinos, abuelos, abuelas, tíos, leer la
palabra de Dios.
Ustedes mamás den a sus hijos la leche –
incluso ahora, si lloran por hambre amamántenlos, ¿eh? Tranquilas. Agradezcamos
al Señor por el don de la leche, y oremos por estas mamás – son muchas,
lamentablemente – que no están en condiciones de dar de comer a sus hijos.
Oremos y tratemos de ayudar a estas mamás. Entonces, lo que hace la leche por
el cuerpo, la Palabra de Dios lo hace por el espíritu: la Palabra de Dios hace
crecer la fe. Y gracias a la fe nosotros somos generados de Dios. Es esto lo
que sucede en el Bautismo. Hemos escuchado al apóstol Juan: «Todo aquel que
cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios» (1 Jn 5,1). En esta fe sus
niños son bautizados. Hoy es su fe, queridos padres, padrinos y madrinas. Es la
fe de la Iglesia, en la cual estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana,
con la gracia de Dios, será su propia fe, su personal “sí” a Jesucristo, que
nos dona el amor del Padre.
Decía: es la fe de la Iglesia. Esto es muy
importante. El Bautismo nos incorpora en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo
santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe viene
transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de
María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san
Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires, que ha llegado hasta nosotros,
a través del bautismo. ¡Una cadena de transmisión de fe! ¡Y esto es muy bello!
Es pasar de mano en mano la luz de la fe: lo expresaremos dentro de poco con el
gesto de encender las velas del gran cirio pascual. El gran cirio representa
Cristo resucitado, vivo en medio a nosotros. Ustedes, familias, tomen de Él la
luz de la fe para transmitirla a sus hijos. Esta luz la toman en la Iglesia, en
el cuerpo de Cristo, en el pueblo de Dios que camina en todo tiempo y en todo
lugar.
Enseñen a sus hijos que no se puede ser
cristianos fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia,
porque la Iglesia es madre y nos hace crecer en el amor a Jesucristo.
Un último aspecto emerge con fuerza de las
Lecturas bíblicas de hoy: en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu
Santo. La palabra “cristiano” significa esto, significa consagrado como Jesús,
en el Espíritu con el cual ha sido consagrado Jesús en toda su existencia
terrena. Él es el “Cristo”, ungido, consagrado, los bautizados somos
“cristianos”, es decir, consagrados, ungidos. Entonces, queridos padres,
queridos padrinos y madrinas, si quieren que sus hijos se hagan verdaderos
cristianos, ayúdenlos a crecer “consagrados” en el Espíritu Santo, es decir, en
el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra. Por esto, no se olviden de
invocar siempre al Espíritu Santo, todos los días. “¿Ella reza señora? ¡Sí! ¿A
quién le reza? Yo le rezo a Dios”. Pero Dios así no existe: Dios es la persona
y en cuanto persona existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. “¿Tú, a quién
le rezas? Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Habitualmente nosotros
rezamos el “Padre Nuestro”, rezamos al Padre. Pero al Espíritu Santo no le
rezamos tanto…¡Es tan importante rezarle al Espíritu Santo! Porque nos enseña a
llevar adelante la familia, los niños, para que estos niños crezcan en esta
atmósfera de la Trinidad Santa. Es precisamente el Espíritu que los lleva
adelante. Por esto, no se olviden de invocar con frecuencia al Espíritu Santo,
todos los días.
Pueden hacerlo, por ejemplo, con esta sencilla
oración: “Ven, Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles y enciende en
ellos el fuego de tu amor”. Pueden rezar esta oración por sus hijos, ¡además
que por ustedes mismos!
Cuando recen esta oración, sientan la
presencia materna de la Virgen María. Ella nos enseña a rezar al Espíritu
Santo, y a vivir según el Espíritu, como Jesús. La Virgen, nuestra madre,
acompañe siempre el camino de sus hijos y de sus familias. Así sea.
Fuente: Radio vaticano, http://es.radiovaticana.va/
No hay comentarios:
Publicar un comentario