Texto y audio completo del discurso del
Papa Francisco en el encuentro con las Autoridades y el Cuerpo Diplomático
Manila, Palacio Malacañang
16 enero de 2015
«Señoras y Señores
Gracias, señor Presidente, por su amable
acogida y por sus palabras de saludo en nombre de las autoridades y el pueblo
de Filipinas, y de los distinguidos miembros del Cuerpo diplomático. Le
agradezco de corazón su invitación a visitar Filipinas. Mi visita es sobre todo
pastoral. Tiene lugar cuando la Iglesia en este país se prepara para celebrar
el quinto centenario del primer anuncio del Evangelio de Jesucristo en estas
costas. El mensaje cristiano ha tenido una inmensa influencia en la cultura
filipina. Espero que este importante aniversario resalte su constante fecundidad
y su capacidad para seguir plasmando una sociedad que responda a la bondad, la
dignidad y las aspiraciones del pueblo filipino.
De manera particular, esta visita quiere expresar mi cercanía a nuestros
hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de
seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda. Al igual que
tantas personas en todo el mundo, he admirado la fuerza heroica, la fe y la
resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres
naturales. Esas virtudes, enraizadas en la esperanza y la solidaridad
inculcadas por la fe cristiana, dieron lugar a una manifestación de bondad y
generosidad, sobre todo por parte de muchos jóvenes. En esos momentos de crisis
nacional, un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos
necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de
ayuda mutua y trabajando por el bien común.
Este ejemplo de solidaridad en el trabajo de reconstrucción nos enseña una
lección importante. Al igual que una familia, toda sociedad echa mano de sus
recursos más profundos para hacer frente a los nuevos desafíos. En la
actualidad, Filipinas, junto con muchos otros países de Asia, se enfrenta al
reto de construir sobre bases sólidas una sociedad moderna, una sociedad
respetuosa de los auténticos valores humanos, que tutele nuestra dignidad y los
derechos humanos dados por Dios, y lista para enfrentar las nuevas y complejas
cuestiones políticas y éticas. Como muchas voces en vuestro país han señalado,
es más necesario ahora que nunca que los líderes políticos se distingan por su
honestidad, integridad y compromiso con el bien común. De esta manera ayudarán
a preservar los abundantes recursos naturales y humanos con que Dios ha bendecido
este país. Y así serán capaces de gestionar los recursos morales necesarios
para hacer frente a las exigencias del presente, y transmitir a las
generaciones venideras una sociedad de auténtica justicia, solidaridad y paz.
Para el logro de estos objetivos nacionales es esencial el imperativo
moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana. La
gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la
voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que
dan lugar a flagrantes e incluso escandolosas desigualdades sociales. La
reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de
los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón. Los
Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los
Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos
de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos de
los pobres, y se realice un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de
todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad.
La familia, y sobre todo los jóvenes, desempeñan un papel fundamental en la
renovación de la sociedad. Un momento destacado de mi visita será el encuentro
con las familias y los jóvenes, aquí en Manila. Las familias tienen una misión
indispensable en la sociedad. Es en la familia donde los niños aprenden valores
sólidos, altos ideales y sincera preocupación por los demás. Pero al igual que
todos los dones de Dios, la familia también puede ser desfigurada y destruida.
Necesita nuestro apoyo. Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias
preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad
inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y
de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de
los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos. Por esta razón, hay que
ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de
transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una
cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la
fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener
unida a la sociedad.
Señor Presidente, distinguidas autoridades, queridos amigos:
Al comenzar mi visita a este país, no
puedo dejar de mencionar el papel importante de Filipinas para fomentar el
entendimiento y la cooperación entre los países de Asia, así como la
contribución eficaz, y a menudo no reconocida, de los filipinos de la diáspora
a la vida y el bienestar de las sociedades en las que viven. A la luz de la
rica herencia cultural y religiosa, que enorgullece a su país, les dejo un
desafío y una palabra de aliento. Que los valores espirituales más profundos
del pueblo filipino sigan manifestándose en sus esfuerzos por proporcionar a
sus conciudadanos un desarrollo humano integral. De esta forma, toda persona
será capaz de realizar sus potencialidades, y así contribuir de manera sabia y
eficaz al futuro de este país. Espero que las meritorias iniciativas para
promover el diálogo y la cooperación entre los fieles de distintas religiones
consigan su noble objetivo. De modo particular, confío en que el progreso que
ha supuesto la consecución de la paz en el sur del País promueva soluciones
justas que respeten los principios fundantes de la nación y los derechos
inalienables de todos, incluidas las poblaciones indígenas y las minorías
religiosas.
Invoco sobre ustedes, y todos los hombres, mujeres y niños de esta amada
nación, abundantes bendiciones de Dios.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario