Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Antes de comenzar la catequesis,
quisiera saludar a un grupo de parejas – ahí al final – que celebran cincuenta
años de matrimonio. ¡Aquello sí que es el vino bueno de la familia! La suya es
un testimonio que los nuevos esposos – que saludare después – y los jóvenes
deben aprender. Es un bello testimonio. Gracias por su testimonio. Después de
haber comentado algunas parábolas de la misericordia, hoy nos detenemos
en uno de los primeros milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama
“signos”, porque Jesús no los hizo para suscitar maravilla, sino para revelar
el amor del Padre. El primero de estos signos prodigiosos es narrado justamente
por Juan (2,1-11) y se cumplió en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “puerta
de ingreso”, en el cual se han esculpido palabras y expresiones que iluminan el
entero misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe. Veamos
algunos.
En la introducción encontramos la
expresión «Jesús también fue invitado con sus discípulos» (v. 2). A aquellos
que Jesús ha llamado a seguirlo, los ha ligado a sí en una comunidad y ahora,
como una única familia, son invitados todos a la boda. Dando inicio a su
ministerio público en las bodas de Caná, Jesús se manifiesta como el esposo del
pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la
relación que nos une a Él: es una nueva Alianza de amor. ¿Qué cosa hay en el
fundamento de nuestra fe? Un acto de misericordia con el cual Jesús nos ha
ligado a sí. Y la vida cristiana es la respuesta a este amor, es como la
historia de dos enamorados. Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se
hallan, se celebran y se aman: exactamente como el amado y la amada del Cantar
de los Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación. La
Iglesia es la familia de Jesús en el cual se vierte su amor; es este amor que
la Iglesia cuida y quiere donar a todos.
En el contexto de la Alianza se
comprende también la observación de la Virgen: «No tienen vino» (v. 3). ¿Cómo es
posible celebrar las bodas y hacer fiesta si falta aquello que los profetas
indicaban como un elemento típico del banquete mesiánico (Cfr. Am 9,13-14; Jo
2,24; Is 25,6)? El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la
abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Es una fiesta de bodas en la
cual falta el vino; los nuevos esposos pasan vergüenza, sienten vergüenza y se
avergüenzan de esto. Pero imaginen terminar una fiesta de bodas bebiendo te;
sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta. Transformando en vino
el agua de las tinajas destinadas «a los ritos de purificación de los Judíos»
(v. 6), Jesús realiza un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en
Evangelio, portador de alegría. Como dice en otro pasaje el mismo Juan: «La Ley
fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado
por Jesucristo» (1,17).
Las palabras que María dirige a los
sirvientes coronan el cuadro nupcial de Caná: «Hagan todo lo que él les diga»
(v. 5). Es curioso: son sus últimas palabras reportadas en los Evangelio: son
la herencia que nos entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a
todos nosotros: «Hagan todo lo que él les diga». Es la herencia que nos ha
dejado: ¡es bello! Se trata de una expresión que evoca la fórmula de fe
utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí como respuesta a las promesas de
la alianza: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el
Señor» (Ex 19,8). Y en efecto en Caná los sirvientes obedecen. «Jesús dijo
a los sirvientes: Llenen de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde.
Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete. Así lo
hicieron» (vv. 7-8). En estas bodas, de verdad viene estipulada una Nueva
Alianza y a los servidores del Señor, es decir a toda la Iglesia, le es
confiada la nueva misión: «Hagan todo lo que él les diga». Servir al Señor
significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación simple
pero esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano. Para
cada uno de nosotros, sacar de las tinajas equivale a confiar en la Palabra de
Dios para experimentar su eficacia en la vida. Entonces, junto al encargado del
banquete que ha probado el agua convertida en vino, también nosotros podemos
exclamar: «Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento» (v.
10). Si, el Señor continúa reservando aquel vino bueno para nuestra salvación,
así como continua brotando del costado atravesado del Señor.
La conclusión de la narración suena
como una sentencia: «Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en
Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él» (v.
11). Las bodas de Caná son mucho más que una simple narración del primer
milagro de Jesús. Como en un cofre, Él cuida el secreto de su persona y el fin
de su venida: el esperado Esposo da inicio a las bodas que se cumplen en el
Misterio pascual. En estas bodas Jesús liga a sí a sus discípulos con una
alianza nueva y definitiva. En Caná los discípulos de Jesús se convierten en su
familia y en Caná nace la fe de la Iglesia. ¡A estas bodas todos nosotros
estamos invitados, porque el vino nuevo no faltará más! Gracias.
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