La Cáritas católica es el mejor observatorio sobre la situación de la sociedad española, y lo ha vuelto a mostrar con su reciente estudio, 'VII Informe sobre la exclusión y el desarrollo social en España'. Se trata de una fuente de datos, análisis y diagnóstico tan amplia y actual que debería ser un instrumento guía para las políticas de las administraciones públicas.
De este texto, de necesaria consulta, quiero entresacar ahora una consideración que me parece especialmente grave por su dimensión y por la carencia de respuestas. Se trata de la creciente cantidad de jóvenes en situaciones de riesgo probable de exclusión social, el 31% en los comprendidos entre los 18 y 29 años, y el contraste con los que tienen entre 65 y 74 años, cuya probabilidad en casi tres veces menor, el 12 %.
Este enunciado señala un hecho, de otra parte bien conocido: el potente efecto del sistema de pensiones, a la vez salvaguarda de la vejez y poderoso motor de redistribución. De ahí el riesgo que entraña el progresivo deterioro de sus prestaciones, puesto que hasta ahora el equilibrio se busca sobre todo reduciendo la pensión. El efecto de esta reducción es menos evidente porque atravesamos una fase de baja inflación, pero basta que se sitúe en el deseado 2% para que en el transcurso de pocos años el problema empiece ya a manifestarse.
El panorama para los jóvenes es mucho peor porque atravesarán una juventud con escaso trabajo y pocos ingresos, para terminar en una vejez con pensiones por debajo la subsistencia, y esta perspectiva hay que enlazarla no solo con la economía, sino con las previsiones demográficas de las que informaba ayer Fórum Libertas, que muestran una España envejeciday unos españoles apabullados por la crisis.
Detrás de esta situación de riego de exclusión de los jóvenes encontramos tres tipos de factores distintos que se alimentan en su negatividad:
· La brutal tasa de paro de los menores de 25 años, que está por encima del 50%.
· La sobretitulación: el 43% de los jóvenes que tienen empleo está realizando una actividad que requiere una formación inferior a su nivel de estudios. Esto significa un derroche de capital, el invertido por el Estado en su educación y el de las familias. La tasa de paro de los españoles con estudios superiores triplica la media de la OCDE.
· Pero, a su vez, aquella situación coexiste con la subprepración. Este colectivo está constituido por jóvenes que tienen entre 16 y 29 años, están en paro y cuentan con estudios primarios o de Educación Secundaria, (estudio de la consultora PeopleMatters). Incluso en una situación económica mejor, estos jóvenes tendrán difícil el acceso o la reincorporación al mercado laboral. Este grupo de alimenta básicamente de una secuencia como esta:
o Repetidores (alumnos hasta 15 años que han repetido mínimo un curso): 35%.
o Fracaso escolar (Alumnos que no se gradúan en ESO): 27%.
o Abandono prematuro (jóvenes de 18-24 años sin Bachillerato o FP): 25% (chicos el 29% y chicas el 20%). La mitad de los españoles entre 25 y 65 años no ha terminado ni el Bachillerato. El 36% de los jóvenes de entre 25 y 34 años ha dejado los estudios antes de los 16 años.
o Jóvenes que ni estudian ni trabajan de
Y ahora articulemos esta situación con el grave problema de la falta de nacimientos y el envejecimiento de la población, la crisis de las pensiones, y un elemento clave ligado a todo este embrollo: España lleva más de treinta años sin conseguir mejorar el empleo y al mismo tiempo disponer de una productividad razonable, es decir que no augure crisis de rentas y de ingresos del estado a largo plazo.
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