Ya
está. Lo que tenia de ser un Sínodo sobre la Familia cristiana, lo han
transformado en una reunión sobre el divorcio, las parejas de hecho, la cohabitación
y las parejas homosexuales. Los de 'fuera', que tenían este guión previo, lo
han conseguido con la inestimable colaboración de parte de los de 'dentro' de
la Relatio. El resultado está a la vista y se llama confusión, donde el
católico de pie, el padre y la madre de familia, el joven, que en tiempos
complicados, sobre todo en Occidente, intenta vivir la fe, acaba siendo el
menos atendido.
Lo
digo de manera directa y clara y después de su atenta lectura, hecha con la
voluntad de encontrar lo positivo: el texto es deficiente, y lo es básicamente
por dos grandes razones. La primera y sorprendente es la ausencia de calidad,
de profundidad, de falta capacidad de diagnóstico y propuesta. Me cuesta creer
que exprese el nivel de las intervenciones sinodales. Los textos de trabajo de
la Santa Sede acostumbran a poseer una gran entidad, consistencia interna, con
independencia del grado de acuerdo sobre el contenido. Pueden pecar de densos
pero no de triviales, como es el caso de la Relatio, que lo es y en dos niveles
distintos.
Lo
es cuando se refiere a la situación de la familia cristiana, al ser muy escaso
de diagnóstico y sobre todo de propuestas. Parece -si es una descripción fiel-
como si a los padres sinodales les hubiera interesado más lo que dice el Mundo,
que lo que necesita el Pueblo de Dios. Mandato es ir a buscar la oveja perdida,
pero no está escrito que para ello se deba abandonar al rebaño; o, en lugar de
guiarlo a los buenos pastos, desconcertarlo a base de preguntas retóricas. Y
también tiene omisiones clamorosas. Por ejemplo, la evangelización de las
personas en proceso de nulidad, porque lo único de lo que trata es funcional:
que sean mas breves. Poco hay sobre la construcción de la Iglesia doméstica, de
la crisis de fe de los hijos de las familias cristianas al llegar a la
adolescencia, de la relaciones entre familia y escuela, de lo que ofrece la
Iglesia parroquial hoy a los adolescentes y jóvenes, y a sus padres; y lo que
debería ofrecer, el cómo se preparan para el matrimonio. El cómo la crisis ha
dañado a los hogares y ha destruido familias, y cómo también la familia ha
demostrado que es la mejor resistencia a la crisis. La familia, sí. Donación,
compromiso, reciprocidad, tan antagónico con el modelo de sociedad actual:
mercado, contrato y ganancia. ¡Qué ocasión perdida para ligar familia y crisis
económica, social y moral, y presentar a partir de ella los fundamentos de un
nuevo modelo social! Pero no, los temas que han interesado -parece- son otros,
al menos por la extensión del texto dedicado a la cuestión central, la familia
cristiana, y a las situaciones de excepción.
El
problema es que cuando se refiere a las cuestiones nuevas, las aborda, no desde
la profundización en la doctrina, sino desde fuera de ella, desde ideologías
que le son ajenas. Toda tradición viva es dinámica, pero sus transformaciones
no pueden surgir de fuera de ella, sino que han de partir de los “acuerdos
fundamentales” que la caracterizan. Si este criterio no se cumple, caso del
anglicanismo, su dilución está asegurada. Pero soy más concreto: en el número
50 se dice que “las personas homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer
a la comunidad cristiana”. Detengámonos un momento en este breve frase.
Un
texto contaminado por ideologías extra eclesiales
El
propio vocabulario ya es ajeno y propio de los textos de la ideología de género
y de los grupos GLBTI. Es el caso de utilizar el “personas homosexuales” en
lugar de homosexuales a secas. Es como decir personas humanas, una tautología
sobrera Todo homosexual es una persona, no es necesario repetirlo. Pero esto no
deja de ser un detalle literario. La cuestión de fondo radica en si el
homosexual tiene dones que ofrecer por ser persona, y ese es el acuerdo
fundamental cristiano, o por ser homosexual, es decir porque posee una
identidad específica y distinta, y por consiguiente ser portador de una cultura
diferente. Esta concepción propia de la ideología de género queda fuera de la
antropología cristiana. Ya lo advirtió un nada católico político francés, el que
fue primer ministro, Lionel Jospin: "la humanidad se diferencia entre
hombres y mujeres, no entre homosexuales y heterosexuales". La Relatio da
a entender que Jospin (¿y la Iglesia?) estaba equivocado. Y esto comporta
confusión. ¿Cómo relacionar los puntos 50, 51, y 52 tal y como están redactados
con el Catecismo? Simplemente no pueden. ¿Arrumbamos estos puntos del
Catecismo?, ¿y si estos porque no otros?, y aquí juega la “teoría de la
gradualidad” que presenta la Relatio. La cultura de la desvinculación se hace
presente, destruyendo la razón objetiva, sin la que ninguna confesión religiosa
es posible, y una de las que menos es la Iglesia, que se basa en su desarrollo
doctrinal, en la Tradición y el Magisterio. Si este último asume el principio
del “gradualismo”, el relativismo queda asegurado.
El
punto51 dice: "La cuestión homosexual nos interpela a una reflexión seria
sobre como elaborar caminos realísticos de crecimiento efectivo y de madurez
humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por tanto se presenta como
un importante desafío educativo”. Pero, vamos a ver: ¿el homosexual no debe
seguir el mismo camino que el heterosexual, es decir el camino de conversión de
toda persona? Pues la vía cristiana establece que no puede haber sexo fuera del
matrimonio. Muchos hombres y mujeres católicos se lo saltan ocasionalmente,
pero esto no los excluye para siempre de la Iglesia, porque una cosa es no
poder saltar el listón y otra que no lo intentes una y otra vez, caerte y
volverte a levantar con la ayuda de la Iglesia. El incumplimiento no implica
cambiar la altura del listón, en todo caso mejorar la calidad del entreno y del
entrenador. La diferencia radica en que el heterosexual cristiano puede casarse
y el homosexual no. Esta es la complicación, el sacrifico adicional, y esto es
lo que debería abordarse, de la misma manera que se exigen otros esfuerzos
enormes en el seno de la Iglesia. ¿Qué son si no las Bienaventuranzas tomadas
en serio? ¿Quién puede afirmar que responde fielmente a ellas? Pero la Iglesia
nos advierte sobre todo intento de relativizarlas. No puede haber un camino
para la especificidad homosexual, para el cumplimiento de la regla cristiana,
distinto al del conjunto de los cristianos. La persona es una y no 7 ó 10,
porque ahora –La Iglesia va con "retraso" en este tren- ya no trata
de los "derechos" ligados a la "identidad" homosexual, sino
que ya están en los bisexuales, transexuales e intersexuales, y es solo una
fase porque hay mas grupos en cartera como los transgénero. ¿Todo esto es aceptable?
No digo que no, pero en todo caso se ha de razonar, si es que se puede, desde
la propia Tradición y Magisterio, y no desde otras "tradiciones"
rivales
El
apartado 'Acoger a las personas homosexuales', tal y como esta planteado,
carece de todo fundamento cristiano, es un reflejo de los planteamientos del
homosexualismo político, y contiene en un mismo párrafo (51) contradicciones
que no aparecen soslayadas. Una vez mas confusión. Además significa que acepta
una realidad que ni tan siquiera tiene suficiente base científica. Asume que la
homosexualidad es un estado irreversible, que es la lógica del homosexualismo
político y la ideología de género, y dado que sí hay migración de la
heterosexualidad a la homosexualidad, se llega así al reconocimiento de que el
estado estable del ser humano, el único que no puede cambiar, es el homosexual.
Y si es reversible la Iglesia debe planteárselo y no dar lo otro como un hecho
consumado.
Si
la Iglesia debe tratar a fondo el tema de las parejas homosexuales, debe fijar
antes el significado de la condición homosexual en su antropología y teología.
Mientras se mueva solo en el campo de las etiquetas, y las consecuencias -la
relación sexual entre personas del mismo sexo- el resultado no encajara con su
magisterio, será confusión.
La
segunda gran objeción es que se trata de un texto desequilibrado, que no
responde precisamente por ello a la cuestión fundamental: ¿Qué tiene que decir
la Iglesia a la familia cristiana en el mundo de hoy?. Desarrollar este otro
aspecto será ya el próximo día. En todo caso, la confusión ya está creada, y a
la Iglesia ya le han hecho la agenda. Pidamos ayuda al Espíritu Santo.
Josep Miró i Ardèvol. Forum Libertas
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