No nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, invitó el Papa en la catequesis
(RV). ¿Cuál es
nuestra actitud frente a tantas personas que, compartiendo nuestra fe en
Cristo, pertenecen a otros confesiones o tradiciones?, preguntó el Obispo de
Roma, en la Plaza del santuario de San Pedro, colmada de fieles y peregrinos
del mundo, en la Catequesis dedicada a los cristianos no católicos.
El Sucesor en la cátedra de
Pedro, recordó, que “a lo largo de la historia esta realidad de las diferentes
confesiones y tradiciones cristianas ha sido con frecuencia causa de conflictos
y sufrimiento”, por eso insistió con la pregunta: “¿cuál es nuestra actitud?
¿Nos resignamos, somos indiferentes? ¿O creemos que es posible caminar hacia la
reconciliación y la plena comunión?”.
“Las divisiones entre los
cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo, que, antes de
su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos sus
discípulos”, afirmó Francisco.
El Vicario de Cristo explicó
que “la soberbia y el egoísmo que nos vuelven intolerantes e incapaces de
escuchar y aceptar a quien tiene un punto de vista diverso”, es lo que aparece
de uno u otro modo, detrás de estas heridas.
“Jesús y la riqueza de su
amor es lo que nos une -dijo Francisco-, de Él aprenderemos a perdonar, a
sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos un don para los demás y a
realizar juntos tantas cosas buenas, tantas obras de caridad por el bien
común”. Y animó a la multitud de fieles y peregrinos: “Como miembros de la
Iglesia, en primer lugar, estamos llamados a rezar, como lo hizo Jesús, por la
unión de los cristianos. Además, el Señor nos pide que no nos cerremos al
diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello que es valioso
y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, que no nos quedemos en
lo que nos divide, sino que acentuemos lo que nos une: Jesús y la riqueza de su
amor”.
Texto completo de la
catequesis del Papa
La
Iglesia: los cristianos no católicos
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
En las últimas catequesis,
hemos tratado de sacar a la luz la naturaleza y la belleza de la Iglesia, y nos
hemos preguntado qué comporta para cada uno de nosotros el ser parte de este
pueblo, pueblo de Dios, que es la Iglesia. Pero no debemos olvidar que hay
tantos hermanos, que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que
pertenecen a otras confesiones o a tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos
se han resignado a esta división – también dentro de nuestra Iglesia católica
se han resignado - que en el curso de la historia, a menudo ha sido causa de
conflictos y de sufrimientos: ¡también de guerras eh! ¡Esta es una vergüenza!
También hoy las relaciones no son siempre marcadas por el respeto y la
cordialidad. Pero, me pregunto: ¿nosotros, cómo nos presentamos de frente a
todo esto? ¿También nosotros estamos resignados o somos incluso indiferentes a
esta división? ¿O más bien creemos firmemente que se puede y se debe caminar en
la dirección de la reconciliación y de la plena comunión? La plena comunión, es
decir, poder participar todos juntos en el cuerpo y la sangre de Cristo.
La división entre
cristianos, mientras hieren a la Iglesia, hieren a Cristo y nosotros divididos
herimos a Cristo: la Iglesia, en efecto, es el cuerpo del cual Cristo es la
cabeza. Sabemos bien cuánto deseaba Jesús que sus discípulos permanecieran
unidos en su amor. Es suficiente pensar en sus palabras referidas en el
capítulo décimo séptimo del Evangelio de Juan, la oración dirigida al Padre en
la inminencia de la pasión: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me
diste, para que sean uno como nosotros” (Jn, 17,11). Ésta unidad estaba
ya amenazada mientras Jesús estaba todavía entre los suyos: en el Evangelio, en
efecto, se recuerda que los apóstoles discutían entre ellos sobre quién fuera
el más grande, el más importante (cfr Lc 9,46).
Pero el Señor, ha insistido
tanto en la unidad en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro
anuncio y nuestro testimonio serán más creíbles cuánto más nosotros, en primer
lugar, seremos capaces de vivir en comunión y de amarnos. Es lo que sus
apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, comprendieron después
profundamente y cuidaron, tanto que San Pablo llegará a implorar la comunidad
de Corinto con estas palabras: “Hermanos, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones
entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y
de sentir” (1 Cor 1,10).
Durante su camino en la
historia, la Iglesia es tentada por el maligno, que trata de dividirla, y por
desgracia se ha visto afectada por separaciones graves y dolorosas. Son
divisiones que a veces se han prolongado en el tiempo, hasta hoy, por lo cual
ahora resulta difícil reconstruir todos los motivos y sobre todo, encontrar
soluciones posibles. Las razones que llevaron a las fracturas y separaciones
pueden ser muy diferentes: desde las diferencias sobre principios dogmáticos y
morales y sobre concepciones teológicas y pastorales diversas, a los motivos
políticos y de conveniencia, hasta los enfrentamientos debidos a antipatías y
ambiciones personales... Los que es cierto es que, en un modo o en el otro,
detrás de estas laceraciones están siempre la soberbia y el egoísmo, que son
causa de todo desacuerdo y nos hacen intolerantes, incapaces de escuchar y
aceptar a aquellos que tienen una visión o un posición diferente de la nuestra.
Ahora, de frente a todo
esto, ¿hay algo que cada uno de nosotros, como miembros de la santa madre
Iglesia, podemos y debemos hacer? Ciertamente, no debe faltar la oración, en
continuidad y en comunión con la de Jesús, la oración por la unidad de los
cristianos. Y junto con la oración, el Señor nos pide una renovada apertura:
nos pide no cerrarnos al diálogo y al encuentro, sino captar todo aquello que
de válido y positivo se nos ofrece también por quienes piensan diferente de
nosotros o se ponen en una diferente posición. Nos pide no fijar la mirada en
lo que nos divide, sino más bien en lo que nos une, tratando de conocer mejor y
amar a Jesús y compartir la riqueza de su amor. Y esto conlleva concretamente
la adhesión a la verdad, junto con la capacidad de perdonarse, de sentirse
parte de la misma familia cristiana, de considerarse el uno un don para el otro
y hacer juntos muchas cosas buenas, y obras de caridad.
Es un dolor, pero hay
divisiones, hay cristianos divididos, nos hemos dividido entre nosotros. Pero
todos tenemos algo en común: todos creemos en Jesucristo el Señor, todos
creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y en tercer lugar,
todos caminamos juntos, estamos en camino. ¡Ayudémonos los unos a los otros! Tú
piensas así, tú así…Pero, en todas las comunidades hay buenos teólogos: que
ellos discutan, que ellos busquen la verdad teológica, porque es un deber; pero
nosotros caminemos juntos, rezando los unos por los otros, y haciendo las obras
de caridad. Y así hacemos la comunión en camino, esto se llama: ecumenismo
espiritual. Caminar el camino de la vida todos juntos en nuestra fe, en
Jesucristo nuestro Señor.
Se dice que no debe hablarse
de cosas personales, pero, no resisto a la tentación…Estamos hablando de
comunión, comunión entre nosotros, y hoy, estoy muy agradecido al Señor, porque
hoy ¡hace 70 años que hice la Primera Comunión! Pero, hacer la Primera Comunión
todos nosotros debemos saber que significa entrar en comunión con los otros, en
comunión con los hermanos de nuestra iglesia, pero también en comunión con
todos aquellos que pertenecen a comunidades diferentes, pero creen en Jesús.
Agradezcamos al Señor, todos, por nuestro bautismo, agradezcamos al Señor
todos, por nuestra comunión, y para que esta comunión sea al final una comunión
de todos juntos.
Queridos amigos, ¡entonces
vamos hacia adelante hacia la unidad plena! La historia nos ha separado, pero
estamos en camino hacia la reconciliación y la comunión. Y esto es verdad,
¡esto tenemos que defender! ¡Todos estamos en camino hacia la comunión! Y cuando
la meta nos pueda parecer demasiado lejana, casi inalcanzable, y nos sintamos
atrapados por el desaliento, nos anime la idea de que Dios no puede cerrar su
oído a la voz de su propio Hijo Jesús y no cumplir con sus y nuestras
oraciones, para que todos los cristianos sean verdaderamente una sola cosa.
Gracias.
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro
idioma:
Queridos hermanos y hermanas:
Hay muchas personas que, compartiendo con nosotros la fe en
Cristo, pertenecen a otras confesiones o tradiciones. Ante esta situación, que
a lo largo de la historia ha sido con frecuencia causa de conflictos y
sufrimiento, ¿cuál es hoy nuestra actitud? ¿Nos resignamos, somos indiferentes?
¿O creemos que es posible caminar hacia la reconciliación y la plena comunión?
Las divisiones entre los
cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo, que, antes de
su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos los discípulos.
Diversas razones han conducido a la separación. Pero, de un modo u
otro, tras estas heridas, siempre aparecen la soberbia, el egoísmo, que nos
vuelven intolerantes e incapaces de escuchar y aceptar a quien tiene un punto
de vista diverso.
Como miembros de la Iglesia, en primer lugar, estamos llamados a
rezar, como lo hizo Jesús, por la unión de los cristianos. Y, además, el Señor
nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos
abiertos a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan
como nosotros, que no nos quedemos en lo que nos divide, sino que acentuemos lo
que nos une: Jesús y la riqueza de su amor. Y que caminemos juntos en el camino
de la vida, rezando juntos, ayudándonos juntos. De Jesús aprenderemos a
perdonar, a sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos un don para
los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas, tantas obras de caridad por
el bien común.
Saludo a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Panamá,
Argentina, Puerto Rico, México y otros países. Les invito a rogar al Señor para
que todos lleguemos a ser en verdad una sola familia. Muchas gracias.
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