El Papa inaugurará, el domingo, el Sínodo de los Obispos más esperado de los últimos tiempos. Se trata de un Sínodoextraordinario, porque Francisco está convencido de que la crisis que atraviesa la familia constituye una situación extraordinaria, y requiere una respuesta extraordinaria por parte de la Iglesia. Lo ha convocado el Santo Padre bajo el lema Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización.
El debate que ha copado la atención de los medios informativos se centra en la cuestión de si es posible encontrar caminos para que las personas que se casaron en la Iglesia, y que tras un divorcio han contraído segundas nupcias civiles, puedan recibir la Comunión. Ahora bien, para Francisco el objetivo del Sínodo supera con creces este debate, que de todos modos tiene su importancia.
La crisis de la familia toca lo más profundo de la persona, pues todo hombre y mujer buscan ser amados para siempre. La fragilidad de las relaciones familiares y las nuevas formas de convivencia transforman profundamente la vida social. Los cambios influyen también en la manera de vivir la fe y transmitirla a las nuevas generaciones. El cardenal Scola, arzobispo de Milán, lo explicaba así el lunes ante la prensa: «Me parece que el Santo Padre ha visto con claridad la necesidad de agacharse ante las heridas del ser humano. Cuando invita a toda la Iglesia, a través de uno de los organismos más importantes, como es el Sínodo, a reflexionar sobre el significado de la familia, creo que busca afrontar esta situación, con el realismo que le caracteriza, para volver a dar esperanza y confianza no sólo a los cristianos, sino a todos los hombres y mujeres que quieran tomar en serio esta experiencia elemental»
Se trata, sin duda, de uno de los Sínodos que más interés y expectativa han suscitado. El interés de los medios de comunicación es comparable al que suscitó el Sínodo de los Obispos de 1971, cuando se reflexionó sobre el celibato de los sacerdotes.
Es un Sínodo extraordinario no sólo porque el Papa ha convocado urgentemente a los 253 representantes de las Conferencias Episcopales y otros representantes eclesiales, dada la importancia y urgencia del tema. Lo es también porque, por primera vez, el tema será afrontado por otro Sínodo, más participativo aún, que será celebrado el próximo año. Esto significa que, a diferencia de los Sínodos anteriores, no habrá una propuesta definitiva al final de esta Asamblea. El documento definitivo se publicará después del Sínodo de 2015.
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