El cardenal Lorenzo Baldisseri, de 73 años, quien ha recibido el desafío del Papa de organizar, como Secretario General, este Sínodo, aclara que busca preservar el diálogo y la reflexión. «Se comienza con la idea de libertad de expresión que quiere el Santo Padre. En la libertad, cada quien puede decir lo que piensa, sin miedo y sin crear sospechas. Es verdad, nosotros tenemos una fe muy clara y dogmas precisos, pero tenemos también una facilidad y la experiencia de la vida que nos lleva a pensar cómo se aplica esta doctrina en la vida diaria. Por tanto, se puede discutir sobre las diferentes opciones. La Iglesia ofrece una persona, que es Jesucristo, no una doctrina. Con frecuencia, olvidamos que Cristo se hizo verdaderamente hombre y corremos el riesgo de trabajar sobre ciertos temas con la pizarra, sin una verdadera pastoral».
Las discusiones se basarán sobre un Documento de trabajo (Instrumentum laboris), que ha sido redactado con la respuesta de las diócesis del mundo. «Hemos tratado de no utilizar la lupa. Hemos recogido lo que hemos recibido de la base. No se ha tomado ninguna posición, para dar así libertad de diálogo. Esto responde a la metodología, muy latinoamericana -el cardenal Baldisseri fue nuncio en Brasil, Paraguay y Haití-, basada en tres principios: ver, juzgar, actuar. Esto ha llevado también a evaluaciones no correctas en el pasado, pues puede ser contaminado por la ideología. Pero hoy se puede tomar el elemento positivo de este método, comenzar por la realidad, por la gente, y no por la cátedra».
Esta manera de organizar el Sínodo, explica el cardenal, refleja bien la visión del Papa, que quiere ejercer su misión encolegialidad con los demás obispos. Los obispos gobiernan la Iglesia con Pedro (el obispo de Roma) y bajo Pedro, bajo la comunión con Pedro, signo visible de la comunión con toda la Iglesia. «El Papa hace consultas y le gusta tener colaboradores activos y, como dice, creativos. Por tanto, la participación será más amplia y la colaboración más efectiva. Creo que el camino que estamos realizando nos lleva a encontrar nuevos caminos, en la manera de presentar el mensaje, que no queda relegado dentro de la Iglesia, sino que va afuera. El carácter central geopolítico europeo ha sido superado. La Iglesia vive en su tiempo. Hoy, los cristianos en el mundo son el 35 o el 36% de toda la Humanidad. ¿Y los demás? Por este motivo hay que salir. Y para hacerlo hace falta un movimiento colegial, mundial, que implique a todos los cristianos».
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