«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).


3 de octubre de 2014

SÍNODO

Los abuelos, esos olvidados

Crisis económica, paro, ruptura matrimonial, problemas escolares... Los desafíos de la familia son enormes. Entre ellos, pocas veces se mencionan y afrontan los problemas de los ancianos. Una semana antes del inicio del Sínodo de la Familia, el Papa convocó, el domingo, a 30 mil personas en la Plaza de San Pedro del Vaticano con motivo del encuentro de los abuelos. Entre ellos se encontraban Mubarak y Aneesa, de 74 y 68 años, casados desde hace 51 años, con 10 hijos y 12 nietos, refugiados del Kurdistán iraquí, quienes contaron sus sufrimientos al Papa y a los presentes. También estaba Benedicto XVI, quien participó en la primera parte del encuentro. El abrazo entre los dos Pontífices emocionó a los presentes. Francisco confesó que, para él, es motivo de gran alegría convivir con el Papa emérito en el Vaticano, pues es como «tener un abuelo sabio en casa». Quizá pensaba en él Francisco, cuando, dejando a un lado los papeles, dijo: «Los ancianos, los abuelos, tienen una gran capacidad para rezar por las situaciones más difíciles, y cuando rezan por estas situaciones, su oración es fuerte».

Antes de la misa, el Papa respondió a las preguntas que le plantearon algunos abuelos, condenando la cultura del descarte y el culto al dios dinero, que provoca una especie de eutanasia escondida contra los ancianos. «Se descarta a los niños, se descarta a los jóvenes, porque no tienen trabajo, y se descarta a los ancianos con el pretexto de mantener un sistema económico equilibrado, en cuyo centro no se encuentra la persona humana, sino el dinero. ¡Estamos llamados a oponernos a esta cultura del descarte!», afirmó.

Al final de la misa, que constituyó el acto central del encuentro, el Papa hizo con algo de humor una petición de oración por el cardenal Lorenzo Baldisseri, principal responsable del Sínodo de la familia. «¡Bienaventuradas las familias que tienen a los abuelos cerca!», dijo Francisco. «El abuelo es padre dos veces y la abuela es madre dos veces. En los países donde la persecución religiosa fue cruel, pienso por ejemplo en el caso de Albania, donde estuve la semana pasada, los abuelos permitieron que los niños fueran bautizados, a escondidas, para darles la fe. ¡Bravo! ¡Fueron valientes en la persecución y han salvado la fe de esos países!»

«Pero no siempre el anciano, el abuelo, la abuela, tiene una familia que le acoja», añadió. «Entonces, está bien que haya casas para ancianos, pero a condición de que sean casas, no prisiones. Y que sean para los ancianos, y no para los intereses de otros. No debe haber casas en las que los ancianos sean olvidados, escondidos, descuidados». Y concluyó el Papa: «Me siento cerca de tantos ancianos que viven en estas casas, y pienso con gratitud en cuantos los van a visitar y les cuidan. Las casas de ancianos deberían ser pulmones de humanidad en un país, un barrio, una parroquia: deberían ser santuarios de humanidad donde quien es anciano y débil es atendido y custodiado, como un hermano o hermana mayor. Hace mucho bien ir a visitar a un anciano. Pensad en nuestros muchachos: a veces los vemos desganados y tristes; van a encontrar a un anciano y se vuelven alegres».

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