-«Os
aseguro que yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10,7).
“Y
sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del
alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en (la sala de arriba) del
alojamiento.” (Lc 2, 6-7)
Virgen
María, en verdad tú eres la puerta escogida por Dios para que su Hijo viniera
al mundo, gestado en tus entrañas como verdadero hombre. Dios ha querido que tú
fueras la mediación necesaria para que el Verbo tomara carne. Tú, por dar a luz
a tu Hijo, eres la puerta y la casa de Dios.
La
Iglesia te invoca como Medianera de todas las gracias, la mejor
intercesora, y si Jesús dijo: “nadie va al Padre, sino por mí”, de alguna forma
nadie podremos llegar a Cristo, sino por ti. El Concilio Vaticano II llegó a
afirmar: “Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan
y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que
sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la
Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.”
(LG 62)
San
Anselmo escribe de ti en uno de sus sermones: “Valiéndose de María, se hizo
Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y mismo
el Hijo de Dios y de María. Todo lo que nace criatura de Dios, y Dios nace de
María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas
las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer
todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso
rehacer sin María lo que había sido manchado.”
Dice
Jesús: -«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las
ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas» (Jn 10, 1-2).
Entonces,
podríamos también afirmar que quien va a Jesús sin pasar por ti, de alguna
forma comete un allanamiento de morada.
En la
letanía lauretana se te llama “Puerta del Cielo”, pero no solo eres la
puerta de la última morada de quienes peregrinamos por este valle, a veces tan
a oscuras, sino que ya eres puerta de gracia, puerta de misericordia. La fe de
los sencillos te ha invocado con nombres muy entrañables y se sabe acoger a tu
mediación, para acceder al trono de gracia.
Tú
eres, María, la Puerta Santa por la que entrar en el recinto sagrado de la
gracia y de la misericordia, por la que entrar a tu propio Hijo.
Fuente: Ciudad Redonda.es
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