«Nosotros tenemos
tantas vivencias, estamos entre tantas vivencias que nos mueven de un lado a
otro... Pero hemos pedido la gracia de tener el corazón firme, como lo tenía
Pablo, que, para no lamentarse de esa persecución fue a buscar a otra ciudad; a
empezar a predicar allí; a curar a un enfermo, darse cuenta de que ese hombre
tenía la fe suficiente para ser curado. Luego, calmar a esa gente entusiasmada
que quería ofrecer un sacrificio. Proclamar que hay un solo Dios con el
lenguaje cultural de ellos. Una cosa detrás de otra. Y esto sólo viene de un
corazón firme.
Con este ejemplo, nos podemos preguntar hoy ¿cómo es mi corazón? ¿es un corazón que parece un bailarín, que va de aquí para allá, ¿que está siempre en movimiento? ¿Es un corazón que se asusta de los acontecimientos de la vida? Y ¿que se esconde y tiene miedo de dar testimonio de Jesucristo? ¿Es un corazón valiente? O ¿es corazón que tiene tanto miedo y trata siempre de esconderse? ¿A qué cosa le presta atención nuestro corazón? ¿Cuál es el tesoro al cual está apegado nuestro corazón? ¿Es un corazón firme en las criaturas, en los problemas que todos tenemos? ¿Es un corazón firme en los dioses de cada día? O ¿es un corazón firme en el Espíritu Santo?».
Con este ejemplo, nos podemos preguntar hoy ¿cómo es mi corazón? ¿es un corazón que parece un bailarín, que va de aquí para allá, ¿que está siempre en movimiento? ¿Es un corazón que se asusta de los acontecimientos de la vida? Y ¿que se esconde y tiene miedo de dar testimonio de Jesucristo? ¿Es un corazón valiente? O ¿es corazón que tiene tanto miedo y trata siempre de esconderse? ¿A qué cosa le presta atención nuestro corazón? ¿Cuál es el tesoro al cual está apegado nuestro corazón? ¿Es un corazón firme en las criaturas, en los problemas que todos tenemos? ¿Es un corazón firme en los dioses de cada día? O ¿es un corazón firme en el Espíritu Santo?».
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