«Levántate,
toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel;
pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño». (Mt 2, 20)
¿Recuerdas, Virgen, las Escrituras?
¿Recuerdas cuando José, el hijo pequeño de Jacob fue vendido y deportado a
Egipto, y después se convirtió en la despensa de trigo y de pan para sus
hermanos?
Al escuchar el discurso de tu Hijo en
Cafarnaúm, en el que invita a todos los hambrientos a acercarse a Él, y al
contemplar que tú, según San Mateo, tuviste que bajar con Jesús a Egipto,
descubro el paralelo que hay entre los textos, y a ti en medio de los caminos,
abrazando en tu regazo a quien saciaría nuestra hambre.
Eres conocedora de posadas y
caravanas, subiste a Ain Karen, volviste a Nazaret: bajaste a Belén, fuiste
deportada a Egipto; subiste de nuevo a Galilea. Celebrabas la Pascua en
Jerusalén. Realmente eras andariega, y seguro que en las orillas de los caminos
encontrarías a personas menesterosas.
Jesús se encontró a un ciego al borde
del camino. Puso el ejemplo de un samaritano que, camino de Jericó, tuvo
compasión de un herido en un atraco. En tantos viajes como tú hiciste, junto a
tu esposo, ¡cuánta compasión sentirías por aquellos que tan solo tenían un
manto para tenderse en el suelo!
Tú has conocido la intemperie, la
marginalidad, el exilio, la persecución y deportación. Estos tiempos de tanta
migración, de personas que viven en la clandestinidad por miedo a la expulsión
del país que les ofrece un poco de pan a costa de trabajos agotadores, Virgen
del Camino, sigue andariega y samaritana.
Tú eres la Madre del Agua viva, tú
eres manantial y artesa, de manera especial para quienes no tienen casa y viven
fuera de su tierra. Infúndenos las entrañas solidarias, como las de tu Hijo,
que se compadeció de quienes andaban como ovejas sin pastor, y les multiplicó
el pan, y se dio a Sí mismo en el Pan partido.
Consuela saber que a ti no se te
ocultan las marginalidades ni las periferias. Pero no debiera ser esta certeza
razón para quedar exentos de compromiso en favor de cuantos tienen hambre y
sed. Tu Hijo Jesús dijo: “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me
disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber. Y Tú cantaste que el Señor
colma de bienes a los hambrientos.
Fuente: CiudadRedonda
Fuente: CiudadRedonda
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