Cuando entró en la Iglesia de Getsemaní, para reunirse con los sacerdotes, religiosos y seminaristas de la Tierra Santa, en la penúltima etapa de su peregrinación, el Papa Francisco rezó en la piedra que, según la tradición, recogió las lágrimas y las gotas de sudor mezcladas con la sangre de Jesús en el Huerto de los Olivos, antes de ser arrestado. En su discurso, el Papa invitó a todos los consagrados a no dejarse "vencer por el miedo y la desesperación", porque Jesús "nunca nos deja solos". En este lugar, dijo, preguntémonos ¿quién soy yo ante mi Señor que sufre". Soy, dijo el Papa, "de los que se duermen, huyen o le reniegan por temor?"
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«Es además urgentísimo que se renueve en todos, sacerdotes, religiosos y laicos, la conciencia de la absoluta necesidad de la pastoral familiar como parte integrante de la pastoral de la Iglesia, Madre y Maestra. Repito con convencimiento la llamada contenida en la Familiaris consortio: “...cada Iglesia local y, en concreto, cada comunidad parroquial debe tomar una conciencia más viva de la gracia y de la responsabilidad que recibe del Señor, en orden a la promoción de la pastoral familiar. Los planes de pastoral orgánica, a cualquier nivel, no deben prescindir nunca de tomar en consideración la pastoral de la familia” (n. 70).
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