Palabras del Papa
Francisco en su encuentro con las escuelas italianas
¡Queridos amigos buenas tardes!
Ante todo les agradezco, porque han realizado una cosa ¡verdaderamente hermosa! Sí, este encuentro es muy bueno: un gran encuentro de la escuela italiana, toda la escuela: chicos y grandes; maestros, personal no docente, alumnos y padres de familia; estatales y no estatales… Agradezco al Cardenal Bagnasco, al Ministro Giannini, a todos aquellos que han colaborado; y estos testimonios, verdaderamente bellos, importantes. He escuchado tantas cosas bellas, que me han hecho bien, ¡a mi! Se ve que esta manifestación no es en “contra”, ¡es “por”! No es un lamentarse, ¡es una fiesta! Una fiesta por la escuela. Sabemos bien que hay problemas y cosas que no funcionan, lo sabemos. Pero ustedes están aquí, nosotros estamos aquí porque amamos la escuela. Digo “nosotros” porque yo amo la escuela, la he amado como alumno, como estudiante y como maestro. Y luego como Obispo. En la Diócesis de Buenos Aires encontraba a menudo al mundo de la escuela, y hoy les agradezco por haber preparado este encuentro, que no es de Roma sino de toda Italia. Les agradezco mucho por esto. ¡Gracias!
¿Por qué amo la escuela? Probaré a decírselos.
Tengo una imagen. He escuchado aquí que no se crece solos y que siempre hay una mirada que te ayuda a crecer. Y tengo la imagen de mi primera maestra, aquella mujer, aquella maestra que me recibió a los seis años, al primer nivel de la escuela. Nunca la olvidé. Ella me hizo amar la escuela. Y luego he ido a encontrarla durante toda la vida hasta el momento en que falleció, a los 98 años. Y esta imagen me hace bien. Amo la escuela porque aquella mujer me enseñó a amarla. Este es el primer motivo por el que amo la escuela.
Amo la escuela porque es sinónimo de apertura a la realidad. ¡Al menos así debería ser! No lo es siempre, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. ¡Y nosotros no tenemos derecho de tener miedo de la realidad! La escuela nos enseña a entender la realidad. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, en la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones ¡Y esto es bellísimo! En los primeros años se aprende a 360 grados, luego poco a poco se profundiza hacia una dirección y finalmente se especializa. Pero si uno ha aprendido a aprender - y este es el secreto, ¿eh?, ¡aprender a aprender!- esto le queda para siempre, permanece una persona ¡abierta a la realidad! Esto lo enseñaba también un gran educador italiano, que era un sacerdote: Don Lorenzo Milani.
Los maestros son los primeros que deben permanecer abiertos a la realidad - he escuchado los testimonios de sus maestros; me ha dado gusto sentirlos tan abiertos a la realidad ¡con la mente siempre abierta a aprender! Sí, porque si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, y ni siquiera es interesante; los muchachos lo perciben, tienen “olfato”, y son atraídos por profesores que tienen un pensamiento abierto, “inconcluso”, que buscan “algo más”, y así contagian esta actitud a los estudiantes. Este es uno de los motivos por el que amo la escuela.
Otro motivo es que la escuela es un lugar de encuentro. Porque todos nosotros estamos en camino, ¿eh? Poniendo en marcha un proceso, activando una vía. Y he escuchado que la escuela -todos lo hemos escuchado hoy- no es un estacionamiento, ¿eh? es un lugar de encuentro en el camino. Un lugar de encuentro. Se encuentra a los compañeros; se encuentra a los maestros; se encuentra al personal asistente. Los padres de familia encuentran a los profesores; el director encuentra a las familias, etcétera. Es un lugar de encuentro. Y nosotros hoy tenemos necesidad de esta cultura del encuentro, ¿eh? para encontrarnos, para conocernos, para amarnos, para caminar juntos. Y esto es fundamental precisamente en la edad del crecimiento, como uncomplemento a la familia. La familia -sabemos- es el primer núcleo de relaciones: la relación con el padre y la madre y los hermanos es la base, y nos acompaña siempre en la vida. Pero en la escuela nosotros “socializamos”: encontramos personas diferentes a nosotros, diferentes por edad, por cultura, por proveniencia, por capacidades diferentes… La escuela es la primera sociedad que integra a la familia. La familia y la escuela ¡jamás van contrapuestas! Son complementarias, y por lo tanto es importante que colaboren, en el respeto recíproco. Y las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho colaborando juntas entre ellas y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano que dice: “Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo”. Para educar a un muchacho se necesita mucha gente: familia, escuela, maestros, todos, todos, personal asistente, profesores, ¡todos! ¿Les gusta este proverbio africano? ¿Les gusta? Digámoslo juntos: ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo!, ¡juntos! ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo! Piensen en esto, ¿eh? Piensen.
Y también amo la escuela porque nos educa a lo verdadero, al bien y a lo bello. Las tres cosas van juntas, ¿eh? La educación no puede ser neutra. O es positiva o es negativa; o nos enriquece o nos empobrece; o hace crecer a la persona o la deprime, incluso puede corromperla. Y en la educación es muy importante lo que también hemos escuchado hoy: ¡siempre, es mejor una derrota limpia que una victoria sucia! ¡Recuérdenlo! Esto nos hará bien durante toda la vida. Digámoslo juntos: siempre es mejor una derrota limpia que una victoria sucia. ¡Todos juntos! ¡siempre es mejor una derrota limpia que una victoria sucia!
La misión de la escuela es desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido del bien y el sentido de lo bello. Y esto ocurre a través de un camino rico, hecho por tantos “ingredientes”. ¡Es por esto del por qué existen tantas disciplinas! Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan a la inteligencia, a la consciencia, a la afectividad, al cuerpo, etcétera. Por ejemplo, si estudio esta Plaza, la Plaza de San Pedro, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, también de astronomía – el obelisco recuerda al sol, pero pocos saben que esta plaza es también una gran meridiano.
De esta manera cultivamos en nosotros lo verdadero, el bien y lo bello; y aprendemos que estas tres dimensiones no están jamás separadas, sino siempre entrelazadas. Si una cosa es verdadera, es buena y es bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella. Y estos elementos juntos nos hacen crecer y nos ayudan a amar la vida, también cuando estamos mal, también en medio a los problemas. ¡La verdadera educación nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida!
Y finalmente quisiera decir que en la escuela no solamente aprendemos conocimientos, contenidos, sino que aprendemos costumbres y también valores. Juntos. Se educa para conocer tantas cosas, o sea tantos contenidos importantes, para tener ciertas costumbres también para asumir los valores. Y esto es muy importante. Les deseo a todos ustedes, padres de familia, maestros, personas que trabajan en la escuela, estudiantes, les deseo un hermoso camino en la escuela, un camino que haga crecer, que haga crecer las tres lenguas, que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente,la lengua del corazón y la lengua de las manos. Pero con armonía, o sea pensar aquello que tú sientes y aquello que tú haces; sentir bien aquello que tú piensas y aquello que haces; y hacer bien aquello que tú piensas y aquello que tú sientes. ¡Las tres lenguas, en armonia y juntas! ¡Gracias de nuevo! Gracias una vez más a los organizadores de esta jornada y a todos ustedes que han venido. Y por favor, por favor ¡no nos dejemos robar el amor por la escuela! ¡Gracias!
Ante todo les agradezco, porque han realizado una cosa ¡verdaderamente hermosa! Sí, este encuentro es muy bueno: un gran encuentro de la escuela italiana, toda la escuela: chicos y grandes; maestros, personal no docente, alumnos y padres de familia; estatales y no estatales… Agradezco al Cardenal Bagnasco, al Ministro Giannini, a todos aquellos que han colaborado; y estos testimonios, verdaderamente bellos, importantes. He escuchado tantas cosas bellas, que me han hecho bien, ¡a mi! Se ve que esta manifestación no es en “contra”, ¡es “por”! No es un lamentarse, ¡es una fiesta! Una fiesta por la escuela. Sabemos bien que hay problemas y cosas que no funcionan, lo sabemos. Pero ustedes están aquí, nosotros estamos aquí porque amamos la escuela. Digo “nosotros” porque yo amo la escuela, la he amado como alumno, como estudiante y como maestro. Y luego como Obispo. En la Diócesis de Buenos Aires encontraba a menudo al mundo de la escuela, y hoy les agradezco por haber preparado este encuentro, que no es de Roma sino de toda Italia. Les agradezco mucho por esto. ¡Gracias!
¿Por qué amo la escuela? Probaré a decírselos.
Tengo una imagen. He escuchado aquí que no se crece solos y que siempre hay una mirada que te ayuda a crecer. Y tengo la imagen de mi primera maestra, aquella mujer, aquella maestra que me recibió a los seis años, al primer nivel de la escuela. Nunca la olvidé. Ella me hizo amar la escuela. Y luego he ido a encontrarla durante toda la vida hasta el momento en que falleció, a los 98 años. Y esta imagen me hace bien. Amo la escuela porque aquella mujer me enseñó a amarla. Este es el primer motivo por el que amo la escuela.
Amo la escuela porque es sinónimo de apertura a la realidad. ¡Al menos así debería ser! No lo es siempre, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. ¡Y nosotros no tenemos derecho de tener miedo de la realidad! La escuela nos enseña a entender la realidad. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, en la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones ¡Y esto es bellísimo! En los primeros años se aprende a 360 grados, luego poco a poco se profundiza hacia una dirección y finalmente se especializa. Pero si uno ha aprendido a aprender - y este es el secreto, ¿eh?, ¡aprender a aprender!- esto le queda para siempre, permanece una persona ¡abierta a la realidad! Esto lo enseñaba también un gran educador italiano, que era un sacerdote: Don Lorenzo Milani.
Los maestros son los primeros que deben permanecer abiertos a la realidad - he escuchado los testimonios de sus maestros; me ha dado gusto sentirlos tan abiertos a la realidad ¡con la mente siempre abierta a aprender! Sí, porque si un maestro no está abierto a aprender, no es un buen maestro, y ni siquiera es interesante; los muchachos lo perciben, tienen “olfato”, y son atraídos por profesores que tienen un pensamiento abierto, “inconcluso”, que buscan “algo más”, y así contagian esta actitud a los estudiantes. Este es uno de los motivos por el que amo la escuela.
Otro motivo es que la escuela es un lugar de encuentro. Porque todos nosotros estamos en camino, ¿eh? Poniendo en marcha un proceso, activando una vía. Y he escuchado que la escuela -todos lo hemos escuchado hoy- no es un estacionamiento, ¿eh? es un lugar de encuentro en el camino. Un lugar de encuentro. Se encuentra a los compañeros; se encuentra a los maestros; se encuentra al personal asistente. Los padres de familia encuentran a los profesores; el director encuentra a las familias, etcétera. Es un lugar de encuentro. Y nosotros hoy tenemos necesidad de esta cultura del encuentro, ¿eh? para encontrarnos, para conocernos, para amarnos, para caminar juntos. Y esto es fundamental precisamente en la edad del crecimiento, como uncomplemento a la familia. La familia -sabemos- es el primer núcleo de relaciones: la relación con el padre y la madre y los hermanos es la base, y nos acompaña siempre en la vida. Pero en la escuela nosotros “socializamos”: encontramos personas diferentes a nosotros, diferentes por edad, por cultura, por proveniencia, por capacidades diferentes… La escuela es la primera sociedad que integra a la familia. La familia y la escuela ¡jamás van contrapuestas! Son complementarias, y por lo tanto es importante que colaboren, en el respeto recíproco. Y las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho colaborando juntas entre ellas y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano que dice: “Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo”. Para educar a un muchacho se necesita mucha gente: familia, escuela, maestros, todos, todos, personal asistente, profesores, ¡todos! ¿Les gusta este proverbio africano? ¿Les gusta? Digámoslo juntos: ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo!, ¡juntos! ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo! Piensen en esto, ¿eh? Piensen.
Y también amo la escuela porque nos educa a lo verdadero, al bien y a lo bello. Las tres cosas van juntas, ¿eh? La educación no puede ser neutra. O es positiva o es negativa; o nos enriquece o nos empobrece; o hace crecer a la persona o la deprime, incluso puede corromperla. Y en la educación es muy importante lo que también hemos escuchado hoy: ¡siempre, es mejor una derrota limpia que una victoria sucia! ¡Recuérdenlo! Esto nos hará bien durante toda la vida. Digámoslo juntos: siempre es mejor una derrota limpia que una victoria sucia. ¡Todos juntos! ¡siempre es mejor una derrota limpia que una victoria sucia!
La misión de la escuela es desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido del bien y el sentido de lo bello. Y esto ocurre a través de un camino rico, hecho por tantos “ingredientes”. ¡Es por esto del por qué existen tantas disciplinas! Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan a la inteligencia, a la consciencia, a la afectividad, al cuerpo, etcétera. Por ejemplo, si estudio esta Plaza, la Plaza de San Pedro, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, también de astronomía – el obelisco recuerda al sol, pero pocos saben que esta plaza es también una gran meridiano.
De esta manera cultivamos en nosotros lo verdadero, el bien y lo bello; y aprendemos que estas tres dimensiones no están jamás separadas, sino siempre entrelazadas. Si una cosa es verdadera, es buena y es bella; si es bella, es buena y es verdadera; y si es buena, es verdadera y es bella. Y estos elementos juntos nos hacen crecer y nos ayudan a amar la vida, también cuando estamos mal, también en medio a los problemas. ¡La verdadera educación nos hace amar la vida y nos abre a la plenitud de la vida!
Y finalmente quisiera decir que en la escuela no solamente aprendemos conocimientos, contenidos, sino que aprendemos costumbres y también valores. Juntos. Se educa para conocer tantas cosas, o sea tantos contenidos importantes, para tener ciertas costumbres también para asumir los valores. Y esto es muy importante. Les deseo a todos ustedes, padres de familia, maestros, personas que trabajan en la escuela, estudiantes, les deseo un hermoso camino en la escuela, un camino que haga crecer, que haga crecer las tres lenguas, que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente,la lengua del corazón y la lengua de las manos. Pero con armonía, o sea pensar aquello que tú sientes y aquello que tú haces; sentir bien aquello que tú piensas y aquello que haces; y hacer bien aquello que tú piensas y aquello que tú sientes. ¡Las tres lenguas, en armonia y juntas! ¡Gracias de nuevo! Gracias una vez más a los organizadores de esta jornada y a todos ustedes que han venido. Y por favor, por favor ¡no nos dejemos robar el amor por la escuela! ¡Gracias!
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