“Permaneced en mí, como yo en vosotros.” (Jn 15, 4)
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa. (Lc 1, 56)
“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Act 1, 14)
María, cómo agradezco la intuición de leer las Escrituras teniéndote presente y leerlas contigo. Es verdad que todos los textos deben interpretarse desde Cristo, y creo que tú fuiste la primera en comprender la Biblia tomando como clave el acontecimiento de la Encarnación.
Al acoger la indicación de Jesús de permanecer unidos a la vid, y verte a ti junto a tu prima en actitud de servicio, y no solo para un momento, sino por el tiempo que le fuiste necesaria, y a la vez, reunida con los discípulos, en oración, perseverando en ella, a la espera del Espíritu Santo;
Al unir los dos escenarios de tu permanencia, el servicio y la oración, me enseñas en qué debo permanecer, y cómo debo interpretar el consejo de tu Hijo. La savia espiritual viene por la relación con Él, y por el ejercicio de la caridad.
Permanecer, desde la perspectiva total no significa inmovilismo, sino vitalidad. Al contemplarte, María, veo que en amabas escenas adelantas el binomio del camino espiritual: “Ora et labora”; “Acción – Contemplación”, que no se contraponen, sino que se complementan,
Jesús afirma que sin Él no podemos hacer nada. Y tú, llevándolo en tu seno, fuiste hacendosa, servicial, atenta a las necesidades de los más próximos. La oración no enfeuda, ni introvierte, por el contrario, quien permanece unido a quien es la Vida, da mucho fruto. Tú, Señora, nos diste el mejor fruto, porque siempre permaneciste en unión con Dios.
El mismo Cristo nos revela el secreto de tu unión con Él: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.” (Jn 6, 56). Tú le diste la carne y la sangre a tu Hijo, y tú permaneciste en Él, por razón biológica, pero aún más por razón creyente.
Enséñame, Mujer Fiel, a no evadirme de los hermanos con argumentos espirituales; y a no evadirme de la relación con Jesús, por razones sociales.
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