Cultivar el deseo de familia
«Está en juego la felicidad de mucha
gente y la justicia entre las generaciones», escribe el obispo auxiliar de
Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, ante el gran desafío de anunciar
hoy el Evangelio de la familia
El día de San Juan, se hizo público en
Roma el llamado Instrumento de trabajo para el Sínodo de los
Obispos convocado por el Papa Francisco para el próximo mes de octubre. Será
una Asamblea General Extraordinaria, compuesta básicamente por los Presidentes
de todas las Conferencias Episcopales del mundo. En 2015, en cambio, se reunirá
una Asamblea General Ordinaria, compuesta por obispos enviados por las
Conferencias Episcopales, elegidos específicamente para participar en el
Sínodo. Ambas Asambleas tratarán del mismo tema: Los desafíos
pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. El Papa lo
considera de gran importancia para la Iglesia y para el mundo de hoy. En
octubre, se estudiará el estado de la cuestión, y en 2015 se determinarán las
respuestas pastorales que hayan de ser presentadas al Papa, de modo que él
pueda ofrecer orientaciones o decisiones para toda la Iglesia.
El Instrumento de trabajo es
ya el segundo documento que se genera en el proceso de preparación del Sínodo.
El primero fue el llamado Lineamenta, una especie de encuesta
respondida en enero pasado por todas las Conferencias Episcopales y otras
instituciones y personas. Ahora, el Instrumento de trabajo recoge,
de modo ordenado, las respuestas recibidas. Este documento y la Introducción
que haga el Relator General, en la inauguración de la Asamblea, constituyen el
punto de partida de los debates sinodales. El Relator General será, en este
caso, el cardenal arzobispo de Budapest, Peter Erdö.
Tanto los Lineamenta como
el Instrumento de trabajo son, como indican sus propios
nombres, documentos de carácter instrumental para ayudar a los obispos en sus
deliberaciones sinodales. No son enseñanza del Magisterio; no constituyen, en
sentido estricto, doctrina católica autorizada. Es importante tener esto en
cuenta. No se trata de textos dotados de autoridad magisterial, como pueden ser
las Cartas apostólicas, las Exhortaciones pontificias, las encíclicas o, por
supuesto, las Constituciones o Declaraciones conciliares. En este sentido,
tampoco son equiparables a las Cartas pastorales de un obispo o a los documentos
doctrinales de una Conferencia Episcopal.
Sin embargo, el Instrumento de
trabajo nos ofrece una visión muy interesante de cómo se siente hoy en
toda la Iglesia la problemática de la familia. Sus setenta y siete páginas se
dividen en tres grandes partes: la primera trata sobre comunicar el
Evangelio de la familia hoy; la segunda, sobre la pastoral de la
familia frente los nuevos desafíos; y la tercera, sobre la apertura
a la vida y la responsabilidad educativa. De una primera lectura, me han
quedado en la mente tres acentos que atraviesan el texto: el deseo de familia;
el deseo de formación; y la necesaria valentía para una propuesta y una vida
contra corriente.
Formación para encauzar el deseo
de familia
Llama la atención que, en medio de las
dificultades por las que hoy pasan el matrimonio y la familia, se constata, sin
embargo, un gran deseo de familia, especialmente entre los jóvenes.
Es natural, porque la familia no es algo accidental en la existencia humana. En
ella se juega la vitalidad de la fuerza del amor capaz de sostener la vida. Sin
ella, la vida estaría dominada por los intereses y por el miedo, más que por la
bondad y la belleza de vivir juntos y por «la alegría que la sola presencia del
otro puede suscitar», como escribe el Papa Francisco en la encíclica Lumen
fidei, 51. El individualismo y el materialismo que impregnan tan
ampliamente las condiciones de la vida actual, dañan al matrimonio y a la
familia, pero no son capaces de erradicar su deseo de los corazones.
Los desafíos que se le plantean a la
Iglesia y a la sociedad en este campo son numerosos. El documento los enumera
de modo casi exhaustivo. No se dice si son más o menos que en tiempos pasados.
No se trata de enjuiciar negativamente a nuestros contemporáneos. El caso es
que, en el fondo, nos encontramos ante una cuestión antropológica de hondo
calado. Lo dice el Instrumento de trabajo en muchos lugares.
Está en cuestión la comprensión adecuada del ser humano y de su existencia.
Está en juego, por tanto, la felicidad de mucha gente y la justicia entre las
generaciones. De ahí que la demanda de más formación sobre lo que significa el
matrimonio y la familia, sea también hoy muy generalizada:
«La catequesis sobre el matrimonio y la
familia hoy no se puede limitar solamente a la preparación de la pareja para el
matrimonio; es necesaria una dinámica de acompañamiento vinculado a la
experiencia que, mediante testigos, muestre la belleza de lo que nos transmiten
el Evangelio y los documentos del magisterio de la Iglesia sobre la familia.
Mucho antes de que se presenten para el matrimonio, los jóvenes necesitan que
se les ayude a conocer lo que la Iglesia enseña y por qué lo enseña» (19).
Pero la formación no es sólo necesaria
para que los jóvenes puedan encauzar bien su deseo de familia.
También es muy necesaria para que los sacerdotes y los demás encargados de la
transmisión de la fe puedan acompañar bien a jóvenes y mayores. Se constata
repetidamente en el documento un déficit en este campo, que hace que, con
demasiada frecuencia, las implicaciones antropológicas del Evangelio de la
familia no sean ni siquiera abordadas en las homilías o en los programas
catequéticos y formativos. O bien, que sean mal enfocadas por falta de
conocimientos claros acerca del significado de la sexualidad en la identidad de
la persona; acerca de la verdad del amor conyugal; acerca de la naturaleza
personal del ser humano y del significado personal de la convocatoria de un
nuevo ser humano a la existencia. Por ejemplo, no se entiende bien lo que, en
este contexto, significa natural, ni lo que aporta una visión
completa de la realidad del ser humano a las relaciones familiares y sociales.
Podría decirse que, según el Instrumento de trabajo, una de las
claves fundamentales para responder a los desafíos actuales sobre el matrimonio
y la familia se halla en la formación de los formadores y de los jóvenes. De
hecho, donde la formación y la vida cristiana son buenas, el Evangelio de la
familia es conocido y vivido con gozo, e incluso con entusiasmo, según dicen
las respuestas.
Una misión profética
Es necesario, sin duda ninguna, entender
bien la situación del hombre contemporáneo en sus diversos contextos
geográficos y culturales. Lo intentarán los obispos en los próximos Sínodos
sobre la familia. Con todo, la Iglesia no renunciará a su misión profética. El Instrumento
de trabajo reconoce de nuevo que el magisterio de Pablo VI fue
profético «al subrayar la unión inquebrantable entre el amor conyugal y la
transmisión de la vida». Y reconoce también que era bien consciente de que
tampoco en esto se maravilla la Iglesia de verse convertida en signo de
contradicción. El Papa Francisco observa, en la misma línea del próximo
Beato Pablo VI, que la Iglesia «ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza
la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que
nos da y nos confía el misterio de una nueva persona» (Lumen fidei, 52).
Vivir de verdad el amor no es barato; no
se consigue fácilmente, sin el esfuerzo de la formación, sin los sacrificios de
la fidelidad y sin el coraje de la resistencia a los tópicos. Pero la
experiencia de los testigos muestra que vale la pena hacer realidad los deseos
más hondos del corazón humano.
+ Juan Antonio Martínez Camino
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