La familia ¡es la solución!
El cardenal Gerhard-Ludwig Müller,
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha concedido una larga
entrevista al padre Carlos Granados, director de la BAC, recogida en La
esperanza de la familia. Ofrece una panorámica de conjunto sobre la pastoral
familiar ante el próximo Sínodo: la preparación al matrimonio, la presencia de
Dios en la pareja, el acompañamiento de la Iglesia...; y muestra que, en
realidad, la familia no es el problema de nuestro tiempo, sino la verdadera
solución
Una adecuada preparación al matrimonio:
«A los pastores nos preocupa que tantos contrayentes formalmente cristianos de
ninguna manera practiquen la fe cristiana», afirma el cardenal Müller en La
esperanza de la familia (BAC). De momento está «en fase de estudio» la
posibilidad de «exigir a los contrayentes una fe más explícita». Además, aunque
«hay que insistir en la catequesis previa al matrimonio», la preparación
inmediata es «ineficaz» sin una «preparación remota al amor en la familia, ya
desde la infancia y la adolescencia».
El matrimonio es para siempre... porque
está Dios: Para el cardenal Müller, «el para siempre del matrimonio está
enraizado en el de una vez para siempre del sacrificio de Jesucristo en la
Cruz. Dar la propia vida es la representación del amor, en lo cotidiano, en el
día a día». Pero esta entrega es imposible sin Dios, pues «algo tan hermoso
también tiene una limitación: no se puede realizar por las propias fuerzas».
Desde el principio, «Dios está presente en el matrimonio de una manera
sacramental, real, concreta, visible y palpable. Los esposos que ponen a Dios
como centro de su vida conyugal descubren que su amor se alimenta y crece cada
día».
Cuando no es así, abundan «los hijos que
crecen sin sus padres, huérfanos de los divorcios, quizá las personas más
pobres del mundo, los más pobres entre los pobres». Frente a esto, están «los
matrimonios que no fracasan, testigos del amor humano», un amor «que protege a
los hijos».
Sin fe es muy difícil: El cardenal
Müller asegura que, «en el actual contexto cultural, estos postulados resultan
muy difíciles sin una fe acogida y vivida». Por eso, es preciso unir familia e
Iniciación Cristiana, pues, «sin la familia, no existe la experiencia básica de
la familiaridad con Dios», algo que prueba el que «las vocaciones religiosas
mayoritariamente provienen de las familias en los movimientos o parroquias» con
una fe viva.
Por una Iglesia de las familias:
«¡Cuántas familias languidecen por estar encerradas en sí mismas! Es necesario
que las familias cristianas se integren en parroquias o movimientos, la
representación de la gran familia que quiere Dios. ¡Reivindico una Iglesia de
las familias!», afirma el Prefecto de Doctrina de la Fe. Sin embargo, «no hemos
sido capaces de ofrecer una auténtica pastoral familiar», y entre las
soluciones que propone está la de ofrecer no Misas para los niños, sino Misas
para las familias; contar con los abuelos como «fuente de riqueza»; formar
sacerdotes «más preparados para atender a las familias»; ahondar en los
procesos de canonización de los matrimonios...
La alegría de la fecundidad: El cardenal
Müller lamenta que «mucha gente ha perdido su confianza en el futuro, influida
por la ideología del bienestar: dinero, vacaciones, tiempo libre...», una forma
de vivir que «ha destruido a las familias y emponzoñado la alegría de tener
hijos». Para salir de esta trampa, «hay que volver a proponer lo evidente:
somos felices cuando somos amados y cuando nos damos».
Comunión a los divorciados y casados
después civilmente: «Ni siquiera un Concilio puede cambiar la doctrina de la
Iglesia confiada por Jesucristo», sostiene el cardenal Müller. Asimismo, «la
misericordia no puede ser nunca una justificación para invalidar los
mandamientos y los sacramentos», ya que «el verdadero alcance de la
misericordia de Dios es que nos regala su gracia para que podamos ser fieles»,
defiende. Ni la Eucaristía ni el Matrimonio son un sentimiento o un asunto de
conciencia, por lo que «no se puede subordinar a los propios gustos la
recepción de los sacramentos». Por eso, la herida que sufre un cónyuge
abandonado «no se cura queriendo sin más partir de cero; se cura ofreciendo a
Cristo la herida sufrida».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Sin fe no puede haber sacramento
«El principal problema que tenemos en la
Iglesia a propósito de la familia no es el pequeño número de divorciados
recasados que desean acercarse a la Comunión. El problema más grave es el gran
número de bautizados que se casan civilmente; y el gran número de casados
sacramentalmente que no viven su matrimonio de acuerdo con las enseñanzas de la
Iglesia»: así de claro lo tiene el cardenal Fernando Sebastián, autor del
prólogo de La esperanza de la familia. Para él, «sin fe no se puede celebrar
válidamente un sacramento», por lo que, en realidad, «el sacramento del
Matrimonio comienza en la conversión cristiana». Ya que «hoy no podemos dar la
fe por supuesta», es preciso «repensar el proceso de Iniciación Cristiana de
nuestros jóvenes», defiende.
En ello está la Iglesia en todo el mundo, en los meses previos al próximo
Sínodo de la Familia. Diversas Conferencias Episcopales nacionales han tratado
el tema de la familia en sus últimas Plenarias; el Presidente del Consejo
Pontificio para la Familia, monseñor Paglia, ha hablado sobre La pastoral familiar hoy ante
los obispos de África Oriental; el CELAM se dispone a celebrar su I Congreso de Agentes de Pastoral
Familiar. Y, en España, la Conferencia Episcopal celebra estos días
la Jornada Itinerario
para la evangelización de la familia actual.
ALFA Y
OMEGA
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