(RV).- Este 25 de julio se cumplen 46 años de la promulgación de la Encíclica “Humanae vitae” del Papa Pablo VI, dirigida a los patriarcas, arzobispos, obispos, al clero y a los fieles del orbe católico así como a todos los hombres de buena voluntad, sobre la regulación de la natalidad según la doctrina de la Iglesia acerca del amor humano.
“El gravísimo deber de transmitir la vida humana ha sido siempre para los esposos, colaboradores libres y responsables de Dios Creador, fuente de grandes alegrías aunque algunas veces acompañadas de no pocas dificultades y angustias”. Con estas palabras que se leen en el primer punto de esta carta encíclica, el Papa Pablo VI escribía que “en todos los tiempos el cumplimiento de este deber ha planteado serios problemas en la conciencia de los cónyuges, pero con la actual transformación de la sociedad se han verificado unos cambios tales que han hecho surgir nuevas cuestiones que la Iglesia no podía ignorar por tratarse de una materia relacionada tan de cerca con la vida y la felicidad de los hombres”.
Entre las directivas pastorales de este importante documento del magisterio de los Papas se destaca que los esposos cristianos, dóciles a su voz, deben recordar que su vocación cristiana, iniciada en el bautismo, se ha especificado y fortalecido ulteriormente con el sacramento del matrimonio. Por lo mismo los cónyuges son corroborados y como consagrados para cumplir fielmente los propios deberes, para realizar su vocación hasta la perfección y para dar un testimonio, propio de ellos, delante del mundo. A ellos ha confiado el Señor la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida humana.
Mientras en el llamamiento final se lee que “es grande la obra” de la educación, del progreso y del amor a la cual el Papa Pablo VI llamaba en la fiesta del apóstol Santiago del año 1968, fundamentándose en la doctrina de la Iglesia, de la cual el Sucesor de Pedro es, con sus hermanos en el episcopado, depositario e intérprete. Obra grande de verdad, estamos convencidos de ello, tanto para el mundo como para la Iglesia, ya que el hombre no puede hallar la verdadera felicidad, a la que aspira con todo su ser, más que en el respeto de las leyes grabadas por Dios en su naturaleza y que debe observar con inteligencia y amor.
De ahí la invocación del Papa Montini sobre esta tarea y en particular sobre los esposos, de la abundancia de las gracias del Dios de santidad y de misericordia, en prenda de las cuales otorgaba su bendición apostólica.
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