"No seamos ingenuos: no se trata de una simple
lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un
mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´
del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios"
Con motivo de la discusión de
la nueva Ley del aborto, ha tenido lugar en el Congreso un Seminario al que han
acudido una serie de parlamentarios provida de varios países, lo que ha
provocado la reacción de otros diputados proabortistas que también han sido
convocados en el Congreso a otra reunión de sentido contrario.
Como católicos, ¿qué hemos de pensar?: El Concilio Vaticano II se expresa con toda claridad: “Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”(Gaudium et Spes nº 51). En cambio la Ley Orgánica del 3 de Marzo del 2010, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo dice en su artículo 3 párrafo 2 lo siguiente: “se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida”. En esta frase, aparentemente razonable, se encierran sin embargo varios errores graves. El primero es que la mujer embarazada ya es madre. Los proabortistas te dirán que durante un buen período de tiempo lo que hay dentro de la mujer embarazada es un simple conjunto de células o un ser ciertamente vivo, pero no un ser un ser humano, como dijo la inefable Bibiana Aído. Sinceramente creo que eso no se sostiene por varios motivos: todos los avances científicos, especialmente en los últimos años van en el sentido que la vida humana empieza en la fecundación. Si tardamos mucho tiempo en no reconocer la humanidad del embrión, uno puede preguntarse: ¿qué pinta el padre?, ¿era simplemente un señor que andaba por allí?; además tengo el firme convencimiento, refrendado por lo que sé, que cuando una mujer embarazada va al médico, no le pregunta: “¿cómo va mi conjunto de células?, o “cómo va mi ser vivo, pero no humano?, sino mas bien preguntará: “Doctor, cómo va mi bebé o cómo va mi hijo?
El problema en la mujer embarazada está en si decide ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto, pues madre ya lo es. Personalmente soy consciente del gravísimo problema que tienen tantas mujeres embarazadas, y la necesidad que tienen de ser ayudadas por instituciones como Red Madre y demás grupos ProVida, pero lo que no logro entender es que haya políticos que favorezcan el aborto y, por supuesto, considero unos canallas a los que se enriquecen con este negocio particularmente infame. El cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en una Carta a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires del 22 de Junio del 2010, escribe, y eso que esa Ley sólo hacía referencia a la perspectiva de género, no también al aborto.: “Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones... Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra.
No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios. Jesús nos dice que, para defendernos de este acusador mentiroso, nos enviará el Espíritu de Verdad”.
Pero todavía más claro es Jesucristo: “Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abraham.
Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios’. Jesús les respondió: ‘Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje?Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. En cambio a mí, porque os digo la verdad, no me creéis’” (Jn 8,40-45). Jesús llama a sus adversarios hijos del diablo por tres razones: son homicidas, ¿qué otra cosa es el aborto?; son también mentirosos, pues al no creer en la Ley y el Derecho Natural, no creen que pueda haber una Verdad objetiva y por tanto en la distinción entre la verdad y la mentira, y no creen en Jesucristo ni en sus palabras, porque no son de Dios.
Otras palabras impresionantes de Jesucristo son las del Juicio Final: “ Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber...”(Mt 25,41-42), cosas que me parecen bastante menos importantes que “estaba vivo y me matasteis”, y que provocan la siguiente reacción del Señor: “El les replicará: ‘En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de éstos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo’. Y éstos irán al castigo eterno” (Mt 25,45-46).
Pedro Trevijano
Como católicos, ¿qué hemos de pensar?: El Concilio Vaticano II se expresa con toda claridad: “Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables”(Gaudium et Spes nº 51). En cambio la Ley Orgánica del 3 de Marzo del 2010, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo dice en su artículo 3 párrafo 2 lo siguiente: “se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida”. En esta frase, aparentemente razonable, se encierran sin embargo varios errores graves. El primero es que la mujer embarazada ya es madre. Los proabortistas te dirán que durante un buen período de tiempo lo que hay dentro de la mujer embarazada es un simple conjunto de células o un ser ciertamente vivo, pero no un ser un ser humano, como dijo la inefable Bibiana Aído. Sinceramente creo que eso no se sostiene por varios motivos: todos los avances científicos, especialmente en los últimos años van en el sentido que la vida humana empieza en la fecundación. Si tardamos mucho tiempo en no reconocer la humanidad del embrión, uno puede preguntarse: ¿qué pinta el padre?, ¿era simplemente un señor que andaba por allí?; además tengo el firme convencimiento, refrendado por lo que sé, que cuando una mujer embarazada va al médico, no le pregunta: “¿cómo va mi conjunto de células?, o “cómo va mi ser vivo, pero no humano?, sino mas bien preguntará: “Doctor, cómo va mi bebé o cómo va mi hijo?
El problema en la mujer embarazada está en si decide ser madre de un hijo vivo o de un hijo muerto, pues madre ya lo es. Personalmente soy consciente del gravísimo problema que tienen tantas mujeres embarazadas, y la necesidad que tienen de ser ayudadas por instituciones como Red Madre y demás grupos ProVida, pero lo que no logro entender es que haya políticos que favorezcan el aborto y, por supuesto, considero unos canallas a los que se enriquecen con este negocio particularmente infame. El cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en una Carta a las Carmelitas Descalzas de Buenos Aires del 22 de Junio del 2010, escribe, y eso que esa Ley sólo hacía referencia a la perspectiva de género, no también al aborto.: “Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones... Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra.
No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios. Jesús nos dice que, para defendernos de este acusador mentiroso, nos enviará el Espíritu de Verdad”.
Pero todavía más claro es Jesucristo: “Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abraham.
Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios’. Jesús les respondió: ‘Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje?Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. En cambio a mí, porque os digo la verdad, no me creéis’” (Jn 8,40-45). Jesús llama a sus adversarios hijos del diablo por tres razones: son homicidas, ¿qué otra cosa es el aborto?; son también mentirosos, pues al no creer en la Ley y el Derecho Natural, no creen que pueda haber una Verdad objetiva y por tanto en la distinción entre la verdad y la mentira, y no creen en Jesucristo ni en sus palabras, porque no son de Dios.
Otras palabras impresionantes de Jesucristo son las del Juicio Final: “ Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber...”(Mt 25,41-42), cosas que me parecen bastante menos importantes que “estaba vivo y me matasteis”, y que provocan la siguiente reacción del Señor: “El les replicará: ‘En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de éstos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo’. Y éstos irán al castigo eterno” (Mt 25,45-46).
Pedro Trevijano
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