Lo que es y
hará; lo que no es y no hará
El Instrumento de trabajo para
el Sínodo de los Obispos más esperado de las últimas décadas ya está sobre la
mesa. El tema de fondo toca el motivo más profundo de felicidad y de
sufrimiento para millones y millones de personas: la familia
El Papa Francisco ha generado una enorme
expectación al convocar esta cumbre eclesial, lo cual no necesariamente
significa que esté llegando una buena información a la opinión pública. Para
muchos medios de comunicación, el asunto central de este Sínodo de Obispos será
que la Iglesia debatirá sobre cambiar o no su posición sobre el divorcio.
La última etapa de preparación de la
Asamblea sinodal ha comenzado con la publicación, el 26 de junio, en el
Vaticano, delDocumento de trabajo (Instrumentum laboris) al
que harán referencia los Padres sinodales en sus discusiones. Tenemos, por
tanto, ya sobre la mesa todos los elementos para comprender qué es y qué no es,
qué hará y qué no hará el Sínodo dedicado a Los desafíos pastorales
sobre la familia en el contexto de la evangelización, que tendrá lugar del
5 al 19 de octubre de 2014.
Alfa y Omega aclara así dudas, rumores e interpretaciones.
Un Sínodo
único y sin precedentes
Ante todo, hay que dejar claro que nos
encontramos ante un Sínodo único en la Historia. Es único, porque no es un
Sínodo Ordinario, sino una Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los
Obispos, que tiene un origen particular y tendrá una continuidad inédita.
Ciertamente, se trata del tercer Sínodo extraordinario en
la historia de los Sínodos, restablecida tras el Concilio Vaticano II, en 1965.
En este período de tiempo, los Papas han convocado otros dos Sínodos
extraordinarios. Pablo VI lo hizo en 1969, sobre las Conferencias Episcopales,
que se habían creado en años precedentes; y Juan Pablo II, en 1985, para
profundizar en las conclusiones del Concilio Vaticano II. Ahora bien, la
convocatoria de esta tercera Asamblea General Extraordinaria se convierte en
única por tres motivos de peso.
Ø En primer lugar, porque ha sido la primera vez que un Papa convoca este
tipo de cumbre eclesial tan sólo ocho meses después de iniciado su pontificado.
En el capítulo del Código de Derecho Canónico relativo a las
Asambleas sinodales, se establece que el Sínodo de los Obispos ha de reunirse
en Asamblea General Extraordinaria cuando el asunto en cuestión requiera una resolución
rápida. Y el Papa considera que la respuesta de la Iglesia a la crisis de
la familia no puede aplazarse. «Es evidente que la crisis social y espiritual
del mundo actual afecta a la vida familiar y crea una verdadera urgencia
pastoral que justifica la convocatoria de una Asamblea General Extraordinaria»,
asegura el cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los
Obispos.
Ø En segundo lugar, se trata de un Sínodo único porque el tema escogido,
reconocido como una cuestión urgente, es central tanto para la Iglesia como
para la sociedad. En los Sínodos extraordinarios precedentes, se tocaron
cuestiones ligadas a circunstancias particulares e internas a la Iglesia. Aquí
se convoca a los representantes eclesiales para afrontar una cuestión central
para la Humanidad. Este Sínodo afronta cuestiones verdaderamente existenciales:
los divorciados que viven una nueva unión, la difusión de las parejas de hecho,
las uniones entre personas del mismo sexo y su eventual adopción de hijos, los
matrimonios mixtos o interreligiosos, la familia monoparental, la difusión del
alquiler de úteros y el debilitamiento o abandono de la fe en el sacramento del
Matrimonio y en la Confesión.
Ø En tercer lugar, este Sínodo es único porque constituye una etapa en un
gran camino de reflexión para toda la Iglesia emprendido por este Papa. La
Asamblea es el resultado de la primera ronda de reuniones de Francisco con el
Consejo de cardenales, conocido como el Grupo de los 8, para la
reforma de la Curia romana, realizada en el Vaticano del 1 al 3 de octubre de
2013. Esta iniciativa fue lanzada por el Papa Francisco en respuesta a las
peticiones presentadas por los cardenales en las Congregaciones Generales que precedieron
al cónclave en el que fue elegido Papa. Y, como explicó este domingo pasado en
una entrevista al diario romano Il Messaggero, «mis decisiones son
el fruto de las reuniones precónclave. No he hecho nada solo».
Instrumento
real y efectivo de comunión
Según ha revelado a Alfa y Omega el
cardenal Baldisseri, el Consejo de cardenales constató, en aquella primera
reunión del G-8, «la necesidad de que el Sínodo sea un instrumento real y
efectivo de comunión a través del cual se exprese y se realice la colegialidad
deseada en el Concilio Vaticano II». En pocas palabras, el Sínodo tendrá más
espacios de participación. De hecho, hasta el pontificado de Juan Pablo II, los
Sínodos no tenían momentos de debate. Y fue Benedicto XVI quien introdujo
algunas sesiones libres de intercambio, que seguramente serán alentadas ahora
por el Papa Francisco. Pero, además, el Papa ha querido que la reflexión del
Sínodo no acabe con esta Asamblea. Con una decisión sin precedentes, ha
convocado un segundo Sínodo, esta vez de carácter ordinario, sobre
la familia, para octubre de 2015.
En un Sínodo ordinario participa un
mayor número de miembros: obispos de todo el mundo elegidos por las
Conferencias Episcopales, así como otros representantes escogidos por el Papa o
determinados por su papel en la Curia romana, y representantes de las Órdenes y
congregaciones religiosas. El Sínodo extraordinario, como es el caso del
encuentro de octubre de 2014, está circunscrito a los Presidentes de las
Conferencias Episcopales, los jefes de las Iglesias de Oriente, los responsables
de los diferentes dicasterios de la Curia romana y tres representantes de los
Superiores de los religiosos del mundo. El número reducido de sus miembros se
debe al carácter extraordinario de la convocatoria y al limitado tiempo de
preparación.
El cardenal Baldisseri explica que el
objetivo del Sínodo extraordinario consiste en «evaluar y profundizar en los
datos, testimonios y sugerencias de las Iglesias particulares para responder a
los nuevos desafíos de la familia». El Sínodo ordinario, previsto para 2015,
con el título Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia,
más representativo, según el purpurado italiano «reflexionará en un segundo
momento -integrándose en el precedente trabajo sinodal- sobre las temáticas
afrontadas para individuar líneas operativas pastorales». Por tanto, a
diferencia de lo que algunos medios de información han señalado, no hay que
esperar de este próximo Sínodo extraordinario decisiones inmediatamente
revolucionarias. Las orientaciones o cambios pastorales llegarán más bien como
culminación de todo este proceso tras la Asamblea de 2015; un proceso de
participación del episcopado mundial que no tiene precedentes en la historia
moderna de la Iglesia.
Ni dictadura, ni democracia
Cuando se leen las crónicas de algunos
medios informativos sobre el próximo Sínodo, da la impresión de que nos
encontraremos ante una reunión del Senado de la Iglesia en la
que se decidirá por voto sobre cuestiones de teología y moral.
Se constata
también aquí un desconocimiento de la naturaleza y funcionamiento de la
Iglesia. Los obispos no pueden cambiar las enseñanzas de Jesús en el Evangelio.
A diferencia de los Concilios, que tienen capacidad para llegar a una
definición común de dogmas y que pueden legislar, los Sínodos son sólo
consultivos y tienen por misión primaria asesorar al Papa.
El Documento de trabajo que
servirá para el debate en la Asamblea sinodal se ha realizado tomando en cuenta
las respuestas de las diócesis del mundo a un cuestionario enviado por la
Secretaría del Sínodo de los Obispos a mediados de octubre de 2013, en alemán,
árabe, español, francés, inglés, italiano y portugués. El propio cardenal
Baldisseri aclara que no se trataba de un sondeo, ni de un referéndum, sino de
«la voluntad de conocer directamente cuál es la experiencia de las personas, no
sólo individual sino también de grupo, para reunir datos estadísticos, reflexiones,
elaboraciones. Nuestro cuestionario es mucho más que un estudio sociológico. Es
una reflexión eclesial y espiritual», aclaraba el purpurado.
El Sínodo tiene carácter de órgano
consultivo, no deliberante, salvo que el Papa le otorgue tal función y apruebe
sus conclusiones. De hecho, lo que hace en realidad un Sínodo es recoger
propuestas y votar su aprobación. Las propuestas, después, son recogidas por el
Papa en la Exhortación apostólica postsinodal, un documento firmado por el
obispo de Roma y basado en su autoridad. En pocas palabras, la autoridad de los
documentos del Sínodo procede del Papa y no de la asamblea de obispos.
Etimológicamente, la palabra sínodo,
derivada de los términos griegos syn (que significa juntos)
y hodos (que significa camino), expresa la idea de caminar
juntos. La idea de restablecer los Sínodos, como en la antigua
Iglesia, había surgido ya en la fase preparatoria del Concilio Vaticano II. El
cardenal Silvio Oddi, entonces nuncio apostólico en la República Árabe Unida
(Egipto), hizo una propuesta, el 15 de noviembre de 1959, para establecer un
órgano de gobierno central de la Iglesia o, usando sus palabras, un
órgano consultivo. Decía: «Desde muchas partes del mundo, llegan quejas de
que la Iglesia no tenga, aparte de las Congregaciones, un órgano permanente de
consulta. Por tanto, debería establecerse una especie de Concilio en
miniatura formado por personas de toda la Iglesia, que pueda reunirse
periódicamente, al menos una vez al año, para tratar los problemas más
importantes y sugerir nuevas posibles direcciones en la marcha de la Iglesia.
Este órgano abarcaría toda la Iglesia, al igual que las Conferencias
Episcopales reúnen toda o parte de la jerarquía de uno o varios países, y al
igual que otros órganos, como el CELAM (el Consejo Episcopal Latinoamericano),
extienden su actividad en beneficio de todo un continente».
Fue, sin embargo, el Papa Pablo VI quien
dio fuerza a estas ideas. En su discurso conmemorativo con ocasión de la muerte
de Juan XXIII, siendo aún arzobispo de Milán, el cardenal Montini hizo
referencia a una «continua colaboración del episcopado, todavía no efectiva,
que permanecería personal y unitiva, pero que tendría la responsabilidad del
gobierno de la Iglesia universal». Elegido Papa, volvió al concepto de
colaboración en el colegio episcopal -los obispos en unión con el sucesor de
Pedro en la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal-. Al concluir
el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de septiembre de
1965), el mismo Papa Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo
de los Obispos, que «será convocado, según las necesidades de la Iglesia, por
el Romano Pontífice, para su consulta y colaboración, cuando, para el bien
general de la Iglesia, le parezca a él oportuno».
Por tanto, queda claro que la Iglesia no
es una dictadura, en la que el Papa decide lo que le da la gana, ni tampoco una
democracia, controlada por un Senado de obispos. Tanto el Papa como los obispos
están obligados a la fidelidad a las enseñanzas de Cristo en el Evangelio. Y en
el caso de la familia son muy claras, como, por ejemplo, la indisolubilidad del
matrimonio.
Jesús Colina. Roma
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