Ø
Convivencia
antes del matrimonio: «Entre las
razones sociales que llevan a la convivencia resultan: políticas familiares
inadecuadas para sostener a la familia; problemas financieros; el desempleo
juvenil; la falta de vivienda. Como consecuencia de éstos y otros factores se
suele postergar la boda. En ese sentido, también tiene un papel el temor al
compromiso que conlleva acoger a los hijos [...]. Entre las líneas de acción
pastoral propuestas, encontramos las siguientes: ofrecer, desde la
adolescencia, un camino que aprecie la belleza del matrimonio; formar agentes
pastorales sobre los temas del matrimonio y de la familia» (n. 82).
Ø
Hijos de un
divorcio: «Otra
cuestión que ha sido considerada es la de los hijos de los padres separados y
de los divorciados. En este sentido, se señala que, de parte de la sociedad,
falta una atención especial respecto a ellos. Sobre ellos cae el peso de los
conflictos matrimoniales que la Iglesia está llamada a cuidar pastoralmente»
(n. 87).
Ø
«En relación
a los divorciados y separados que permanecen fieles al vínculo
matrimonial se pide mayor atención a su situación, que a menudo se vive en
soledad y pobreza. Ellos son también los nuevos pobres» (n. 87).
Ø
Madres
solteras: «Es
necesario prestar especial atención a las madres que se hacen cargo ellas solas
de sus hijos. Su condición a menudo es el resultado de historias de mucho
sufrimiento, y no pocas veces de abandono. Ante todo, hay que admirar el amor y
la valentía con que acogieron la vida concebida en su seno y proveen al
crecimiento y la educación de sus hijos. Merecen de parte de la sociedad civil
un apoyo especial, que tenga en cuenta los numerosos sacrificios que afrontan.
De parte de la comunidad cristiana, además, hay que tener una solicitud que les
haga percibir a la Iglesia como una verdadera familia de los hijos de Dios» (n.
88).
Ø
Divorciados
vueltos a casar y Comunión: «La caridad
pastoral impulsa a la Iglesia a acompañar a las personas que han sufrido un
fracaso matrimonial y a ayudarles a vivir su situación con la gracia de Cristo.
Una herida más dolorosa se abre para las personas que se vuelven a casar,
entrando en un estado de vida que no les permite el acceso a la Comunión.
Ciertamente, en estos casos, la Iglesia no debe asumir la actitud de juez que
condena, sino la de una madre que acoge siempre a sus hijos y cura sus heridas.
Con gran misericordia, la Iglesia está llamada a encontrar formas de compañía para
sostener a estos hijos suyos en un itinerario de reconciliación. Con
comprensión y paciencia, es importante explicar que el hecho de no poder
acceder a los sacramentos no significa quedar excluidos de la vida cristiana y
de la relación con Dios» (n. 103).
J.C. Roma
No hay comentarios:
Publicar un comentario