No se discutirá de doctrina, sino de pastoral
En la presentación del Documento
de trabajo del Sínodo, el obispo y teólogo italiano Bruno Forte,
Secretario Especial de esa próxima Asamblea, aclaró que «no está en discusión
la doctrina de la Iglesia, confirmada en numerosas ocasiones en los últimos
años por las diferentes intervenciones del magisterio pontificio». La reflexión
del Sínodo, explicó, versará «sobre la manera de proponer la doctrina, de
acompañar su acogida y la práctica, de mostrar de manera clara las
potencialidades humanizantes ante su desconocimiento o incomprensión».
El prelado aclaró que el Sínodo
subrayará, además, cómo la actitud de la Iglesia, «ante las personas que viven
situaciones familiares difíciles o irregulares, debe reflejar la mirada de
misericordia con la que el Padre celestial mira y ama a cada uno de sus hijos».
Como dice el Papa Francisco en el documento programático de su pontificado, la
Exhortación Evangelii gaudium, 47, «la Iglesia está llamada a ser
siempre la casa abierta del Padre. A menudo nos comportamos como controladores
de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la
casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
El Sínodo se agachará ante las heridas
de las personas que ven cómo su matrimonio se ha roto, o cómo su corazón no ha
podido amar o ser amado para siempre. Por este motivo, el Documento de
trabajo afirma: «La verdadera urgencia pastoral es permitir a estas
personas que curen sus heridas, vuelvan a ser personas sanas y retomen el
camino junto a toda la comunidad eclesial. La misericordia de Dios no provee
una cobertura temporal de nuestro mal, al contrario, abre radicalmente la vida
a la reconciliación, dándole nueva confianza y serenidad, mediante una
auténtica renovación. La pastoral familiar, lejos de cerrarse en una mirada
legalista, tiene la misión de recordar la gran vocación al amor a la que la
persona está llamada, y de ayudarla a vivir a la altura de su dignidad».
¿Divorcio
católico?
Por tanto, y aclarando una de las
confusiones típicas, este Sínodo no discutirá acerca de un supuesto divorcio
católico, un expediente que permitiría a una persona volverse a unir en
nupcias en comunión con la Iglesia y con la novia vestida de blanco. Como
explica monseñor Forte, «la medicina de la misericordia nunca busca favorecer
los naufragios, sino siempre y únicamente salvar la barca en el mar en
tempestad y dar a los náufragos la acogida, el cuidado y el apoyo necesarios.
Si no se comprende esta intención fundamental, se interpretará de manera
equivocada todo lo que diga el Sínodo sobre la situación de los separados, de
los divorciados, de los divorciados vueltos a casar, de las convivencias, de
las uniones de hecho, o de las uniones entre personas del mismo sexo», aclara.
El debate que está sobre la mesa, pues, no es la bendición del divorcio, sino
la atención que la Iglesia está llamada a brindar a los divorciados vueltos a
casar, u otras personas en situaciones irregulares. Es una cuestión de atención
pastoral, no de teología.
Esta relación tiene muchas
manifestaciones; ahora bien, el debate se concentra en la posibilidad de que
los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Comunión. Será sin duda uno
de los debates del Sínodo. Sean cuales sean las conclusiones, no significará en
ningún momento la relativización del Evangelio ni de la doctrina milenaria de
la Iglesia, sobre la cual Francisco aclara que «la Eucaristía, si bien
constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los
perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (Evangelii
gaudium, 80). Y, en esa misma Exhortación apostólica, añade: «Más que el
temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras
afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles
vosotros de comer!»
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