(RV).- Volver a poner en el centro al hombre, para
no caer en el reduccionismo antropológico que descarta a los niños, a los
ancianos y a las jóvenes generaciones. Es cuanto en síntesis dijo el Papa
Francisco a los participantes en el seminario internacional sobre “el bien
común global hacia una economía más inclusiva”, organizado por el Consejo
Pontificio de la Justicia y de la Paz y por la Segunda Sección de la Secretaría
de Estado, que se celebró el pasado 12 de julio en la Ciudad del Vaticano.
Usando la metáfora
del vino, que tras la destilación se transforma en grapa, el Santo Padre
advirtió acerca de la posibilidad para el hombre de perder su propia esencia,
transformándose en otra cosa, en un mero instrumento. Durante el almuerzo con
los académicos, expertos y representantes de grandes empresas, el Pontífice
también recordó la necesidad de superar “una política, una sociología, una
actitud de descarte”.
Hoy el hombre ya no
está en el centro y termina al servicio de alguna otra cosa; ya no está en el
centro de su reflexión, no se coloca como eje de la sociedad para desarrollar
su pensamiento, para elaborar sus elecciones, y así pierde su humanidad. El
Papa Francisco dirigió estas fuertes palabras al mundo de hoy, donde las
decisiones son generadas por los intereses económicos, de modo que el hombre:
“Se convierte en un instrumento del
sistema, sistema social, económico, sistema donde señorean los desequilibrios.
Cuando el hombre pierde su humanidad, ¿qué cosa nos espera? Sucede lo que a mí
se me ocurre decir en un lenguaje común: una política, una sociología, una
actitud ‘del descarte’. ¡Se descarta lo que no sirve para esto, porque el
hombre el hombre no está en el centro!”
Y entonces es
necesario que el hombre vuelva “al centro de la sociedad, al centro de los
pensamientos, al centro de la reflexión”, añadió el Santo Padre. Y a cuantos
estudian los sistemas económicos y trabajan para instituciones internacionales
y grandes empresas, el Pontífice reafirmó que es necesario salvar al hombre:
“Se descartan a los niños, porque el nivel
de natalidad – al menos aquí en Europa – todos los conocemos; se descartan a
los ancianos, porque no sirven. ¿Y ahora? ¡Se descarta a toda una generación de
jóvenes! ¡Y esto es gravísimo! He visto una cifra: 75 millones de jóvenes,
menores de 25 años, sin trabajo. Los “jóvenes ni - ni”: ni estudian, ni
trabajan. No estudian porque no tienen posibilidades, no trabajan porque no hay
trabajo. ¡Es otro descarte! ¿Cuál será el próximo descarte? Detengámonos a
tiempo, por favor”.
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